domingo, 23 de noviembre de 2008

Creatividad


Hace algunos años con amigos, colegas también, pero sobre todo amigos, cualquier proyecto que se precie debe casi imprescindiblemente tener esta circulación afectiva para que se produzca ese salto necesario, decía que hacíamos un taller de Creatividad.
Por ese entonces pensábamos que en ella estaba el protagonismo, la acción transformante, el movimiento social, la vida.
Algunas certezas se ganan con el tiempo, ésta es una de ellas, el saber que la Creatividad se caracteriza por ser un pensamiento divergente, un pensamiento que busca nuevas modalidades de exploración de conocimiento y de expresión de lo real.
Un pensamiento contrario a lo inquisotorial, a lo normatizado, de ahí parte su importancia, en tanto transformante del sujeto y del contexto.
La Creatividad de S. Freud comenzó a expandirse, a expresarse a una edad que se consideraba madura para su época, lo que hoy denominaríamos Mediana Edad, tenía casi cuarenta años cuando escribió Estudios sobre la histeria, y cuarenta y cuatro cuando apareció La interpretación de los sueños.
Podríamos precisar que sus trabajos básicos y clásicos sobre la técnica se escribieron entre 1910 y 1915, es decir cuando ya contaba entre cincuenta y cuatro y cincuenta y nueve años. En 1920 a los sesenta y cuatro escribió Más allá del principio del placer, donde trata el instinto de muerte y en 1923 a los sesenta y siete, escribió El Yo y el Ello, donde desarrolla toda su hipótesis estructural.
Cuando tenía ochenta y uno apareció su notable obra Análisis terminable e Interminable.
En 1921 con motivo de cumplir sesenta y cinco años escribía: El 13 de marzo de este año, en una forma repentina, he dado verdaderamente un paso hacia la vejez. Desde este momento no me ha abandonado la idea de la muerte y a veces tengo la impresión de que siete de mis órganos internos están luchando por el honor de poner fin a mi vida. Ningún hecho especial se produjo que pudiera justificarlo, a no ser que ese día Olivier se despidió en viaje a Rumania. Así y todo, no he sucumbido a la hipocresía y lo miro todo fríamente, como si se tratara de mis especulaciones de Más allá del principio del placer.
Pero a pesar de estas palabras, Freud siguió activo hasta su muerte, ocurrida a los ochenta y tres años, dando un vivo ejemplo de la capacidad creativa de los adultos mayores, siguió activo a pesar de las pérdidas, de los duelos profundamente sentidos de seres muy queridos y de un severo padecimiento físico que lo acosó durante los últimos dieciséis años de su vida.
Este sería un ejemplo de los tantos que podríamos citar con respecto a que el envejecimiento no siempre es declinación, sino que puede en algunos casos, ser consumación.
Tal vez, hasta podríamos hipotetizar que ante la enfermedad y la muerte, muchos sujetos la viven como han vivido la vida, con intereses y luchando hasta el final.
Pero también sería oportuno preguntarse si no es desde este mantenimiento de la capacidad de crear de donde se extrae la fuerza que crea el nexo entre la madurez y la tercera o cuarta edad, o el puente entre la vida y la muerte.
Por estas y muchas más razones es tan importante que el adulto mayor tenga un espacio, un lugar no sólo imaginario sino real para el despliegue de toda la potencialidad que esta ahí latente y viva.

1 comentario:

azuldetalo dijo...

" cuando un anciano muere es como si una biblioteca se incendiara"
refrán africano.