viernes, 21 de noviembre de 2008

Antón Arrufat.


Constancia

Muerta mi abuela,
los limoneros siguieron floreciendo,
dando sus pequeños frutos redondos,
ignorantes -tal vez- de que ella los plantó
y ya no estaba para cuidarlos.
Al poco tiempo fueron silvestres,
felices -tal vez- de regresar a su naturaleza sola.

Donde mi abuela estuvo
los limoneros airosos, naturalmente hirsutos,
con múltiples hojas sin recortar,
ostentan, libres de su mano, su forma insolente.

Sólo eso. Su verdor inicial
sus hojas múltiples, sus frutos sin podar.
Entonces, de las ramas
colgué las ropas de mi abuela,
su sombrero, su sombrilla,
para que al menos no fueran ellos tan propios.

De La huella en la arena

jueves, 20 de noviembre de 2008

Cuerpo y Vejez


En nuestra cultura las señales que el paso del tiempo va dejando en el cuerpo son evocadoras de displacer, de conflicto o desencuentro.
Sería quizás importante considerar la intersección subjetividad-cultura.
Son nuestros adultos mayores valorados como bastiones de la tradición? cómo portadores de sabiduría? o eslabones en la cadena intergeneracional?
Más que esto me arriesgaría a decir que se va construyendo una representación social relacionada con padecimientos, achaques, declinación física, sexual, de cambios en los hábitos del sueño o la comida, conformando esta sinonimia: vejez igual a enfermedad.
Podríamos seguir con el listado, decadencia, rigidez, falta de memoria, o sea lo más parecido a una enfermedad degenerativa, incluso hasta por aquellos que trabajan en los sectores de educación o salud.
Acostumbrados a desnaturalizar aquello que quiere imponerse con visión de certeza, recurrimos a nuestros propios modelos de envejecimiento, o sea a los viejos que llevamos dentro, padres, abuelos, amigos, y descubrimos cuánto de estereotipia se cierne sobre este discurso.
Sería imposible negar las transformaciones que evidentemente se manifiestan en el nivel de la estructura y la fisiología corporal, pero sin dejar de pensar que cada sujeto es único, y que cuando a proceso de envejecimiento nos referimos, no podemos ingresar en el terreno de las generalizaciones.
Y es allí donde desmentimos esta configuración imaginaria colectiva con respecto a esta etapa y sus efectos en el cuerpo.
El dr. Leopoldo Salvarezza denomina Viejismo, a este prejuicio, o sea juicio previo que se le sobreagrega a toda persona por el hecho de portar años, que es estigmatizante, a todas luces.
Esta mirada del otro a través de la dialéctica identificatoria hace mella en el psiquismo individual y va construyendo esta certeza antes mencionada, de allí que sea una etapa tan negada, P. Ariés el historiador francés dice que la sociedad descansa sobre tres negaciones: la muerte, la vejez, y el rechazo de los niños.
Pero sin remontarnos a la historia de la vejez, a cómo en cada etapa se la ha valorado o significado, podemos afirmar que las teorías, los prejuicios, encarnan en nosotros más allá de que expresemos su rechazo, de que nos resistamos mediante lecturas o la adopción de modelos edificantes.
En realidad, a diario se comprueba que pareciera no existir bálsamo para estas fantasías, incluso, porque hay toda una industria elaborando productos para hacernos sentir cada día más jóvenes y bellos. El intento de detener el reloj, es una de las crisis más conocidas dentro de la mediana edad.
Esto retroalimentado por una cultura que registra un debilitamiento en todos aquellos valores o ideales asociados a fines más altruistas, como la solidaridad, los afectos, la espiritualidad.
Y diría que éste es el gran problema del Adulto Mayor, ya el dr. H.Ey lo decía, el problema de adaptación a esta etapa, pero ahora con el sobreagregado de adaptación no sólo al cuerpo,a la etapa, sino a una cultura que ve al cuerpo no como al decir de Galeano -como una fiesta- sino como un producto más para ser consumido.
Por ende, al no encarnar ya la belleza, la lozanía, el vigor, la fuerza, que son los rasgos sobreestimados de la época, los cambios que se dan en su cuerpo serán vivenciados con toda eficacia traumática.
Maggie Khun, líder de un grupo de activistas los Grays Phanters, portaba una pancarta que decía: Tocadme, las arrugas no son contagiosas.
Es común observar en la práctica con adultos como cualquier actividad que se realice necesita de estar sostenida por el contacto corporal, otro tipo de mediación, esto que comúnmente decimos, los afectos generan efectos.
Este latir con el otro, palma a palma, o a través del abrazo, la caricia, se opone a esta lógica visual de estos tiempos que es tan devastadora.
El cuerpo, como dice Galeano, siempre es una fiesta, generalmente digo, utilicemos el puente del contacto corporal que les permite ir al rescate de una sensorialidad placentera, de movilizaciones afectivas y de una conexión saludable con la representación corporal.
Usemos la palabra, también la mirada, aquella que necesitan para volver a ser percibidos.
Porque el cuerpo entonces, no sea vivido desde una adherencia nostálgica, o sea con dolor por lo perdido, sino porque sea éste, en presente.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

De Senectute

Franco Rella.

Nosotros somos en el tiempo, el tiempo que fluye raudo y terrible. Benjamin dijo que sólo una ruptura mesiánica puede salvarnos de este ir precipitando, porque esta ruptura puede crear una suerte de inversión temporal y, por lo tanto, lo que se ha desmoronado, lo que se ha quebrantado irremediablemente puede encontrar de nuevo sentido y razón de ser. En una palabra, puede ser redimido. Y si la esperanza mesiánica no es para todos, para todos es al menos la posibilidad de poner las cosas en Stillstand: en estado de detención. De manera que, en la tensión que las mantiene en suspensión por un instante, las cosas pueden significar, o por lo menos crear ese espacio, ese intersticio donde incluso lo inexpresable puede asomarse, mostrarse y acaso adquirir forma y convertirse así en un significado, en un sentido. Rilke escribió que también el dolor, incluso el dolor, puede convertirse en -algo nuestro-. Pero hay quien no tiene tiempo. Los condenados de la tierra, que yacen en una miseria inacabada que aglutina todo tiempo en un solo tiempo: el eterno presente del hambre, de la necesidad, del sufrimiento. Pero todos nosotros llegamos a ser condenados de la tierra. Es la edad de la vejez, cuando perdemos no sólo todo poder sobre lo que nos rodea, sino también sobre nosotros, sobre nuestro cuerpo y nos convertimos en algo abandonado a los cuidados de quienes están a nuestro alrededor. Es el tiempo en que la memoria se empaña, el horizonte del futuro se aplana hasta desvanecerse y se vive en una especie de presente sin confines; ese tiempo que es, como ha escrito Taubes, el tiempo en que espira el aliento mefítico de la muerte. Ese tiempo, que será nuestro tiempo, es incomprensible. Es un misterio dentro de la vida, grande como el misterio de la muerte que habita en ella.

La vigencia del desapego

Buenos Aires, cielo abierto, mi destino: la visita de un geriátrico.
Ni bien lo vi me hizo recordar aquello de que la vida de un edificio ya no está ligada a la vida de los hombres que lo construyeron sino a los vaivenes del mercado.
Una otrora mansión de Belgrano R, trataba de imaginarme mientras esperaba paseando por sus frescos y cálidos jardines, si hubiera profetizado su destino, por lo observado y conversado con la dueña, los adultos mayores y... el edificio, tuve como respuesta que todo se empeñaba en decirme que la vida, incluso la historia siempre es un poco impredecible.
La mayoría de los adultos mayores de este lugar lucían tristes pero respetables, algunos agrupados hablaban entre sí, de una viejita me llamó la atención cierta rigidez, no me estoy refiriendo a ningún cuadro parkinsoniano, sino a otra cosa: la rigidez de la espera. Nótese que no digo ansiedad.
Salí de allí, previa confirmación por parte de la dueña que aunque de lujo, en los geriátricos la gente sigue siendo depositada. Vino a mi memoria la Teoría del Desapego formulada en la década del 50 en EE.UU. por Cummings y Henry, según estos autores: envejecer sería una pérdida de interés vital por todo lo que nos rodea, un desafectarse de todo lo vivo. algo que ellos afirman como universal, invariante, intrínseco, no sujeto a variable o intervención social alguna. El viejo se aparta.
Nada más pertinente que mencionar a Freud dice ahora bien la contradicción teórica es casi siempre infructuosa. En cuanto empiezan a alejarnos del material básico corremos peligro de emborracharnos con nuestras propias afirmaciones y acabar defendiendo opiniones que toda observación hubiera demostrado errónea.
Me parece pues, mucho más adecuado combatir las teorías divergentes contrarrestándolas con casos y problemas concretos.
Bleger en nuestro país ha sido bastante crítico con esta prototeoría y se pregunta cómo puede ser que un ser social pueda devenir aislado.
Maddox, por su parte, contrapone la Teoría de la Actividad con ella demuestra que es posible seguir apegado a intereses y deseos hasta el fin de la vida.
Si bien hay un tipo de vejez caracterizada como melancólica la interpelación debe dirigirse al orden social.
Silvia Bleichmar define como malestar sobrante a la cuota que nos toca pagar que remite a resignificar aspectos sustanciales del ser mismo como efecto de circunstancias agregadas.
El malestar sobrante está dado por el hecho de que la profunda mutación histórica sufrida en los últimos años deja a cada sujeto despojado de un proyecto trascendente que posibilite de algún modo avizorar modos de atenuación del malestar reinante.
Este nuevo escenario nos remite a pensar que el Desapego ya no está referido a cierta etapa etaria, sino que es en los sectores más vulnerables -llámese niños, viejos- donde se expresa con más impunidad y violencia.
En otro párrafo Silvia Bleichmar decía: porque lo viejo no es un problema de tiempo solamente sino de mirada puesta en un punto en la flecha del tiempo hacia el pasado o hacia el futuro y esto define las coordenadas con las cuales se emplaza lo joven o lo viejo.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Las variadas formas del maltrato en los adultos mayores


El maltrato hacia las personas mayores es generalmente no negado pero sí soslayado en nuestra sociedad, es difícil de detectar y poco denunciado. Uno vuelve a preguntarse porqué razón un adulto mayor minimiza todas estas cuestiones, es que en realidad su edad, condicionada por una serie de duelos por procesar, nos estamos refiriendo a pérdida de roles, viudez, escasa o nula participación social,por nombrar algunos, facilita que él sostenga un lugar en esta asimetría sometedora, donde cede su poder a un otro.
También porque aparecería esto de que las víctimas prefieren padecer antes que acusar a las personas perpetradoras de este maltrato, que en realidad no son otros que
sus familiares directos o sus cuidadores.
Esperan como la mujer golpeada que esto pase, además de no denunciar por sentir temor y verguenza cuando el violento es un miembro de su familia.
Lo concreto es que el ejercicio de la violencia es ejercido en una relación de poder que se impone desde el exterior y que las condiciones antes mencionadas de vulnerabilidad propias de esta etapa pueden facilitarlas pero no provocarlas.
Estaríamos además precisando que el tema del maltrato nos remite indefectiblemente a una multiplicidad de causas que van más allá de lo intrapsíquico individual, abarcando entonces no sólo el psiquismo del sujeto sino los vínculos con unos otros inmersos dentro de un contexto de características determinadas.
Entonces, es un tema que trasciende lo intrapsíquico, trasciende el ámbito privado, para convertirse en algo relacionado con el ámbito público, con el interés general, ya que cuando un individuo está amenazado en la sociedad, lo estamos todos.
Para agregar que cuando uno ha visualizado estas cuestiones, ya no puede estar ajeno, ni mirar para otro lado, siempre la complicidad necesita del silencio.
Dentro de las otras causas, macrosociales, mencionaríamos bajos haberes, insuficientes obras sociales, o institucionalización no deseada, producto de los bajos recursos materiales y simbólicos de una familia que no puede hacerse cargo de este familiar que está pasando por una crisis evolutiva.
El objetivo de esta referencia va en el camino de responsabilizar a las familias no de culpabilizarlas, ya que si ese geriátrico funciona como un lugar de transición, o de encuentro con otros pares, y el adulto mayor está informado y ha meditado acerca de esta situación, puede ser hasta una salida deseable.
El caso es cuando esta intención no está, esta palabra no está y el adulto es depositado, no consultado, engañado.
Son casi reiteradas las quejas de los viejos cuando uno se acerca a saludarlos, preguntando: ¿porqué me hicieron esto?
Esta entonces, sería una forma de maltrato naturalizada: hacer del otro lo que se nos antoja, no tomar en cuenta sus deseos.
Pero lamentablemente hay infinitas formas de situarse frente al otro en una posición de control y poder, menoscabando su integridad personal, formas que llamaremos explícitas en su poderío gestual, o motor, en su fuerza destructiva o implícitas -omisión, indiferencia, abandono- productoras también de daño emocional y psicológico.
Un adulto mayor víctima de la violencia por parte de una persona cercana, vivencia las tres sensaciones que describe Freud en Más allá del Principio del Placer, en relación al peligro:
Susto o Sobresalto, estado que invade bruscamente frente a la sorpresa de la agresión.
Miedo a ser dañado, lastimado, y a la repetición de la violencia.
Angustia por la expectación y preparación constante, para evitar que suceda nuevamente.
Un factor agregado en los casos de maltrato es la conmoción afectiva y el dolor producido por la cercanía afectiva o de cierta dependencia con la persona agresora.
La cronicidad del maltrato promueve sentimientos constantes de miedo, impotencia, indefensión, que junto a la inhibición de recursos protectores, generan cada vez mayor pasividad y represión emocional. Conformando el llamado Síndrome de Campo de Concentración, lo que paraliza e impotentiza para algún tipo de recurso defensivo frente a la situación.
El programa Proteger del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, asumió el desafío de orientar la política social para la vejez, a través de un modelo de gestión que prioriza a la persona, combatiendo el aislamiento, la discriminación, el abandono y el maltrato.
Los ejes del programa están basados en la promoción, prevención y asistencia.
Tel. 0800-333-4300.

buenos aires, marzo 2006

domingo, 16 de noviembre de 2008

Vejez.Divino Tesoro. II Parte

De hecho ya estamos en la pista de la inmortalidad pues se ha descubierto el papel que desempeñan los radicales libres de oxígeno, subproductos del metabolismo, que son muy agresivos con el material genético. El descubrimiento realizado por un grupo de investigadores ingleses y norteamericanos se ha experimentado en un gusano, al que los especialistas han bautizado con el original nombre de Caenorhabditis elegans. Una molécula que protege contra el estrés oxidativo ha permitido alargar la esperanza de vida del mencionado gusano en un 67%. El elixir de la eterna juventud está por tanto a la vuelta de la esquina.
De momento los genetistas aspiran a equiparar a los seres humanos con las tortugas gigantes que a los cien años están en la flor de la edad:una cierta capacidad de resistir a los choques físicos y psicológicos y una cierta confianza en uno mismo constituyen, según los expertos, los principales rasgos psicológicos de las personas centenarias.
Sin duda, el duro caparazón de las tortugas gigantes y su aire de indiferencia a todo lo que las rodea les permite vivir ciento cincuenta años.
El discurso dominante sobre la vejez es en realidad un discurso social biologizado que tiende a naturalizar la vejez para mejor olvidar o negar su naturaleza sociopolítica.
Al naturalizar la vejez nos olvidamos que una buena parte de nuestros semejantes pasan su corta y explotada vida arrastrándose como gusanos mientras unos pocos sueñan con la inmortalidad.
Estos párrafos extraídos de diferentes fuentes no tienen otro sentido que el de cuestionar los discursos y las prácticas dominantes relativos a la vejez.
Conscientes de que el cuidado con el que una sociedad se ocupa de sus adultos mayores es el mejor instrumento para evaluar el grado y la calidad de su cohesión social.
Deberemos hacer la diferenciación con respecto a las formas de vida que en esta etapa se adoptan, con esto, es una vejez libre o institucionalizada, pero el afán no tiene otro objetivo que el de interpelar acerca de que si la vejez es un divino tesoro deberemos implicarnos y asumir un discurso ético, estético y político en favor de la misma, ya que nuestros viejos animan tanto la memoria como la conciencia colectiva sin las cuales ninguna sociedad puede subsistir.