Talleres en el Borda, extraña especialización que requiere una apuesta a otro ordenamiento de los sentidos, generar otra música, otra mirada, abrir otro espacio, dimensiones diversas aparecen en ellos, en nosotros.
Se elimina entonces el interrogante de si es posible, se parte de la concepción de que podran esos dedos hilar otras redes, que esas palabras encontraran un cuenco, esos dibujos la significación de expresar que si es posible un atisbo de alegría.
La alegría que produce en todo sujeto la creación. Los adultos mayores allí más allá de sus patologías pueden vencer el aislamiento, la pasividad, ganarle centímetros a la abulia, paralizar la apatía.
Comunican sus estados, los pintan, los amasan, los danzan, los palmean, y encuentran un equipo sostén, un equipo soporte que los mira a los ojos en un abrazo ininterrumpido.
Es interesante observar como incluso en la psicosis, en los sindromes depresivos, en la demencia asociada a alcoholismo, en las esquizofrenias, observar que más allá de los diagnósticos diferenciales todo sujeto necesita ser escuchado, ser comprendido.
Entonces los talleres funcionan tratando de trazar nuevas huellas, generar nuevas marcas.
Si bien en los servicios los grupos son heterogéneos dirijo en este caso mi mirada a los adultos mayores que hace años están en el Borda. Cada vez que el equipo ingresa, ingresa también en el hallazgo de encontrar el deseo, deseo que aparece en los que tienen mucha o poca movilidad, los que se han quedado sin palabra, o aquellos que repiten su letanía.
Es ahí donde nos llevan por los largos pasillos para mostrarnos lo que realizan en otros talleres, es cuando se renueva la promesa de volver a vernos. Ahí hay verdad, en ese entusiasmo inicial cuando programamos una salida al parque, un partidito de fútbol, una kermesse, un taller de plastica o comunicación, o vemos cine.
A eso apuntamos: a que ese día se torne sin pena, a que se levanten para alguna tarea o sentido, nos ayudamos mutuamente pienso a crear sentido en este lugar que es un símbolo de todo lo que está enfermo aqui o alla, dejando las fronteras de lado.
Ingresamos en otra realidad, diferente; seguramente, nos disociamos y somos diferentes en ese marco, pero también es cierto que para estar en ésta hay que hacer constantes ajustes. La pobreza, la marginación, la injusticia, la falta de redes, de vínculos generan enfermedad, afuera del Borda la tristeza crece si no se logra algún cometido para abordar de una buena vez las causas que la refuerzan.
En el Borda encontramos adultos mayores que podrían estar con sus familiares, pero han sufrido la retroalimentación de la enfermedad debido a la patología social que se traduce en el abandono sistemático, en la renuncia a utilizar algún recurso, o en solicitar ayuda para aliviar a ese familiar.
Uno no puede dejar de pensar en la anestesia que ha producido a través del tiempo este abandono, no puede dejar de pensar en los efectos de esta renuncia de los otros en la salud del paciente.
Todo para decir que es posible generar algún albergamiento, buscar el brillo de las resonancias en aquellos gestos que dejamos, mirar es implicarse.
Y algunos cambios, aunque pequeños, diminutos avanzan. Como voces diciendo aquí estamos.