lunes, 24 de noviembre de 2008

Algo sobre sociología de la vejez


Lentamente, tanto desde la geriatría como desde la gerontología, los estudios sobre los adultos mayores han ido reconociendo la heterogeneidad de esa experiencia que consiste en hacerse viejo, estas variaciones podríamos afirmar estarían dadas en función del género, de la etnia, de la clase social a la que se pertenece.
Cuestiones en las que el sujeto no tiene control, o si lo tiene para producir alguna transformación es muy escaso. Pongamos el ejemplo, de movilidad social.
Cuando hablamos de envejecimiento, hablamos de proceso o sea también estamos refiriéndonos a las coordenadas de tiempo-espacio, quién fui en ese pasado, quién soy en este presente, quién seré en el futuro.
El problema para el adulto mayor de una clase social de bajos recursos estaría planteado en este último tramo, en realidad le estuvo planteado durante toda la vida, sólo que en este pasaje es donde se hace más evidente su vulnerabilidad, porque son justamente quienes no han podido dominar el curso de su vida, o las condiciones que les fueron creadas, esto y no otra cosa, sería la matriz de la soledad y la paralización.
Sartre a través de su filosofía existencialista ve al hombre como un proyecto-siendo, una historia que no es sólo producida por el afuera sino una historia que él también va tramando.
Debido a que cada uno es síntesis de múltiples determinaciones, existirán entonces, tantas formas de envejecer como de experimentar el sentimiento del paso del tiempo.
Según Ajuriaguerra: Se envejece de acuerdo a cómo se ha vivido. La cuestión es cómo se ha vivido, volviendo a lo anteriormente citado, dentro de qué contexto.
Cuando menciona esta frase, podríamos pensar que está tratando de rozar lo preventivo, o sea suponer que hay una forma de evitar que los hechos ocurran, también podría estar referido a que es hallar las causas que generan la enfermedad o incluso la refuerzan.
Pero que prevención puede argumentarse en un horizonte incierto, puede acaso acceder al pensamiento, formarse cómo hábito cuando el tiempo ha pasado realizando estrategias de supervivencia.
Pero como vejez no es enfermedad, es el afrontamiento de una nueva etapa del ciclo vital, en el que aparecen determinadas crisis, será el entorno el encargado de terminar, de hacer durar, o de reparar ese plan de vida, ya sea mitigando las causas o siendo cómplice e indiferente a las mismas.
De ahí que el postulado sartreano de -quién seré-, necesitará de una suficiente fortaleza yoica en algunos adultos mayores para revertir aquello que les hicieron, si ese entorno no se ofrece.
Porque más allá de la ilusión biográfica, de la fortaleza mencionada o la certeza en una identidad única e irrepetible junto con una voluntad que le permita trazar las otras coordenadas, relacionadas con el futuro, existe esto, un horizonte social que puede ser facilitador u obstaculizador de las necesidades del sujeto.
Por esta razón la importancia de las redes, en ésta como en cualquier otra etapa; Bion, el psicoanalista inglés que trabajó con ex-combatientes de la Segunda Guerra Mundial mencionaba la capacidad de revèrie, esa necesaria función que tiene que tener la madre para mitigar la angustia del bebé; él denominaba Terror sin nombre, a esta falla, a esta carencia de no poder albergar la angustia e incluso retroalimentarla.
Ahora bien, la sociedad puede ser una especie de útero, una madre nutricia que funciona como un espacio de contención, en un momento de crisis donde los adultos mayores vivencian la angustia por la caída de los garantes materiales y simbólicos que hasta ayer existían. Hasta ahora todo da muestras que no, la mayoría de nuestros adultos mayores pobres institucionalizados, o en sus casas: presentan una humanidad dolorida y degradada.
La prevención, debido a esto no puede ser la misma en un adulto mayor que va a almorzar a un hogar de día porque no le alcanza su jubilación y tiene culpa por recibir esta ayuda, que la de un senador retirado o un director de una empresa de servicios. Bolstansky sobre este tema menciona: que para los miembros de los sectores de bajos recursos, el cuerpo no constituye un motivo de preocupación constante: es generalmente usado como herramienta, y entonces sólo puede interesarles que funcione como fuerza de trabajo,esto ocasiona que en general la enfermedad aparezca en forma brutal, como un incendio, señala, porque no se han observado los signos y señales previas.

Entendiendo al sujeto desde sus tres dimensiones, biológica, psicológica y social, con los adelantos producidos en la ciencia, podríamos hipotetizar que la cuestión biológica estaría zanjada, minimizada - aunque también cabría preguntarse quiénes son los receptores de estos adelantos- y ya tenemos las respuestas, más pensando en la definición de salud de la OMS, de que salud no es sólo ausencia de enfermedad, podemos entrever que los problemas de orden social son los realmente relevantes en esta etapa.
Todo esto, para fundamentar que no podemos condenar a la simplificación una temática tan compleja como es la de la vejez, tan plural como las condiciones en las que se vive y de las que se proviene, donde hasta el momento no se ha logrado una armonía de este plural.
Bachelard plantea lo simple no existe, existen simplificaciones.

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