Para entender adecuadamente la interacción biopsicosocial de la transición que va de la mediana edad hacia la vejez, solemos referirnos a los conceptos de Neugarten -1970- sobre el factor tiempo, del que hemos hablado en otras ocasiones desde estas páginas.
Esta autora considera que todos los individuos, no hace distinción con respecto al grupo social al que pertenezcan desarrollan la idea de un ciclo vital normal y esperable, es decir, que ciertos eventos deben ocurrir en determinados momentos de la vida, y que un reloj mental interno les va diciendo si están a tiempo, o si están fuera de tiempo.
Releyendo a Cortázar, uno podría pensar que él se ha escapado a estas especulaciones de los relojes sociales, como diría Eduardo Galeano acerca de él: era un hombre que hacía el viaje al revés.
Específicamente dice: Lo que siempre me llamó la atención y me acerco mucho a Cortázar fue el hecho de que Julio fuera tan insólito, tan extraño, como un hombre que estaba haciendo el viaje al revés.
Para en otro párrafo agregar, él fue de la indiferencia a la pasión, contrariando las leyes del ciclo vital que hacen que el bicho humano viaje desde el entusiasmo hacia el cinismo.
Un viaje por el túnel del tiempo que el gran escritor según Galeano realizó en sentido contrario, desafiando las coordenadas agobiantes de los relojes sociales, dice, como el de un pájaro que vuela hacia el huevo, o quizá como el de quien sabe que anda por ahí buscando la voz.
Cortázar viajó de la soledad a la solidaridad, y esto le posibilitó sentirse y ser cada vez más joven.
Parece que logró tener todas las edades, con esa capacidad de asombro que es también capacidad de pasión.
Quizás por estas latitudes, por este territorio en el que hay tantas cosas por hacer, estamos compelidos a desafiar ciertas limitaciones, a responder con magia y milagro a estas teorías que, por cierto, son muy respetables.