viernes, 3 de diciembre de 2010
El otro lado del espejo
Cuando volcamos la mirada hacia el tránsito misterioso de la vejez (Yo soy la morada de mi futura vejez, Buda), no deja de inquietarnos que esta etapa de la vida adquiera una especie de protagonismo invertido: por exclusión.
No deja de parecer extraño, ya que en toda etapa de la vida el sujeto busca asilo, pero el asilo que en los años jóvenes eran los vínculos -armoniosos, confusos o locos- ha devenido en esta hora, en asistencia o abandono, en necesidad básica a satisfacer, una especie de bebé viejo que en todo tiempo y lugar demanda y obtiene las palmadas en la espalda de la ciencia.
Quizás esté ligado a que cada vez más tenemos una mentalidad global, la misma nos hace reconocernos por edades, aficiones, ideologías, olores y pasiones.
Me pregunto si esta falta de "cosmohumanidad" que da por sentado personas con porvenir y personas con porirse no nos sume en esta desconsideración maníaca del otro.
Desconsideración que, por otra parte, se viene gestando de acuerdo a la clase a la que se pertenezca desde las más tiernas infancias, y en otros casos se hace evidente en etapas anteriores a la denominada vejez, cuando en la mediana edad las personas no encuentran ocupación precisa ni lugar ni espacio, una secuencial suspensión en el tiempo.
Suspensión que prepara para una nueva categoría que será determinante en la etapa posterior, la de pre-viejos.
El espejo, "la selva de los espejos" como precisó el poeta, nos va augurando, como un oráculo negado, el destino, el avatar subjetivo, como si las marcas en la primera frontera fueran anunciación de la pérdida de futuros goces.
Avizorar esta sensación, percepción de sentirse borrado, desplazado -no queda plazo- por el peso de una carnalidad en exceso, remite a un trabajo de elaboración que no puede ser únicamente solitario.
La ciencia ha logrado extender la vida, ha rezado a la maravilla para que extendiera sus dones, rogándole por más tiempo, ha producido nuevas semillas y las seguirá produciendo. Esto será materia opinable o no.
La cuestión es cuando el sujeto empieza a vivenciar al tiempo como derrota, como gran desprotector, y a las consabidas angustias existenciales -producidas por las disquisiciones e inquisiciones de un Ser que lo que anhela es seguir siendo- como respuesta encuentra un desfiladero de otras voces del mismo tenor, rumiantes y solitarias.
Asilos de unificaciones reales en la mente de la gente, pero a la larga solitarios, aferramiento al caos engendrador de vida en un mar de incertezas.
Si bien es cierto que todo lo leído fuera de contexto será interpretación extravagante, las generaciones futuras tal vez se pregunten por esta raza de hombres que crearon una forma de perdurar en el tiempo, y se preguntaran extrañados acerca de todo lo creado.
Conceptos, nuevas ciencias, instituciones, declaraciones mundiales de derechos por la ancianidad, derechos del moribundo, reglamentaciones diversas.
Ante tal incremento humanitario puede que expresen que los viejos fueron testigos presenciales de un gran cambio, de algo a todas luces improbable, impensado.
Una verdadera revolución vital junto con la carencia de elaboraciones acerca de esta "post-crisis".
Puede que también estas interpelaciones produzcan nuevas aperturas, que saquen alguna conclusión acerca de la importancia del durar y del vivir, de la cantidad y la calidad de vida, y de la importancia de producir un anclaje genuino de los adultos mayores en el colectivo social.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Abuelos separados de sus nietos por Pro-Justicia
Muchos abuelos tienen que acudir a la justicia para poder ver a sus nietos.
Uno imagina que la ex nuera no se los deja ver, pero muchas veces son los hijos los que lo impiden. Durísimo litigar contra un hijo para poder ver a un nieto y muy injusto que se prive a un menor del vínculo con sus abuelos x problemas de los adultos. Hay excep...ciones, como algún caso que leí hace poco de un abuelo que violaba a la nieta mientras pasaba las vacaciones con él en MDQ.
Es muy numeroso el colectivo de abuelos que se ven impedidos de tener una relación normal con sus nietos tras una separación/divorcio pues el progenitor custodio no sólo impide la normal relación de los hijos con el progenitor no custodio sino que hace extensiva esta aberración a sus exsuegros y a toda la familia política. Esta situación también se da tras el fallecimiento del padre o la madre. Tanto en el caso del divorcio, dado que la casi totalidad de las custodias se dan a las madres, como en el caso de fallecimiento, dado que la esperanza de vida de las mujeres es bastante mayor, en la mayoría de las ocasiones son los abuelos paternos quienes sufren estas canalladas. Poco importa que durante años hayan sido utilizados como niñeras de confianza llegando a caer en lo que se ha denominado abuelos esclavos.
Una enorme proporción de ellos incluso muere sin volver a ver a sus nietos. Muchos de ellos no llegan siquiera a conocerlos.
Si bien el Código Civil protegía, en teoría, la relación abuelos-nietos, en el año 2003 se aprobó la llamada Ley de los abuelos para garantizar aún más la relación abuelos/nietos y en concreto un régimen de visitas de los abuelos con los nietos. Este régimen de visitas de los abuelos es independiente del que tiene asignado el progenitor no custodio, algo que la mayoría de abogados ignoran o asesoran erróneamente a sus clientes dándoles a entender que no pueden solicitarlo ya que tienen que aprovechar el régimen de visitas que tiene su hijo.
Como todas las leyes que acaban con privilegios y prebendas, los distintos grupos que se oponen a los cambios legislativos que acaban con su bicoca, expusieron los más peregrinos argumentos para impedir su aprobación. Afortunadamente el impulso del PP y del entonces ministro de Justicia, Michavila, llevaron a aprobar la Ley.
Desgraciadamente, y como era de esperar, de poco ha servido la normativa toda vez que la práctica judicial deja al progenitor custodio la capacidad fáctica de veto, vía incumplimiento de régimen de visitas, sin tener la correspondiente sanción penal pues son raras las ocasiones en que estas conductas son castigadas a pesar de estar tipificadas en el Código Penal.
Esta ilegal conculcación de derechos de los abuelos contrasta con los casos, más que numerosos en que el juez de turno impone unas responsabilidades a los abuelos sobre sus nietos que ni la Ley ni el sentido común contemplan.
Es bastante frecuente el caso de la pareja que se ha quedado embarazada y que al no tener medios para independizarse es acogida por los padres en su propia casa. Normalmente no suelen esperar mucho y tras el parto, comienza el divorcio y el juez de turno expulsa de su propia casa a los abuelos para, con la excusa de favorecer al menor, otorgar el uso y disfrute de la vivienda al progenitor custodio independientemente de quien sea el propetario de la vivienda.
También es harto frecuente el caso de los abuelos a los que sin darles derecho alguno sobre los nietos (visitas, educación, sanidad, etc.) se les obliga a hacerse cargo del mantenimiento de los nietos.
En ambos casos se elude la aplicación de la ley y del sentido común y no se contempla el dar la custodia al progenitor que sí puede hacerse cargo del menor. O incluso a los propios abuelos.
Y ello a pesar de que en la casi totalidad de los casos los abuelos por parte del progenitor custodio acaben siendo quienes se ocupan de los niños dando incluso lugar a lo que se ha dado en llamar la abuela esclava pues el progenitor custodio, bien por que carece del don de la ubicuidad bien porque es irresponsable y negligente, no atiende a sus propios hijos.
No haría falta comentar que todos estos problemas se solventarían de manera sencilla con la aplicación de la Custodia Compartida por defecto tras las separaciones conyugales.
Agradecemos por la difusión de este artículo a la Dra. Mirta Nuñez, www.mirta-nunez.com.ar
sábado, 23 de octubre de 2010
José Saramago.
Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo...
¡Qué importa eso!.
Tengo la edad que quiero y siento.
...La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido.
Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la
convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo!.
No quiero pensar en ello.
Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo
que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer
lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos
y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás.
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero
con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos,
y las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa
de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
Y otras un remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues
mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por
el camino derramé al ver mis ilusiones rotas... valen mucho más que eso.
¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!.
Lo que importa es la edad que siento.
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!.
Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.
Pensar en mí!!!!!
José Saramago
Premio Nobel Literatura 1998Ver más
¡Qué importa eso!.
Tengo la edad que quiero y siento.
...La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido.
Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la
convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo!.
No quiero pensar en ello.
Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo
que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer
lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos
y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás.
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero
con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos,
y las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa
de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
Y otras un remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues
mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por
el camino derramé al ver mis ilusiones rotas... valen mucho más que eso.
¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!.
Lo que importa es la edad que siento.
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!.
Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.
Pensar en mí!!!!!
José Saramago
Premio Nobel Literatura 1998Ver más
martes, 19 de octubre de 2010
Taller de sindrome de agotamiento, juegos y estrategias para su prevención.
Los invitamos al segundo taller de Sindrome de Agotamiento: estrategias y juegos para su prevención a realizarse en La Casona de Humahuaca, el 28 de octubre en el horario de 15 a 16.30 hs, dirigido a cuidadores informales, asistentes gerontológicos, estudiantes, familiares de adultos mayores y a todo aquel que esté interesado en la temática y en las formas que se pueden "aprehender" para su detección y resolución.
Humahuaca 3508. CABA.
jueves, 30 de septiembre de 2010
Taller de Sindrome de Agotamiento, estrategias para su prevención
El taller consistirá en trabajar en principio desde los saberes previos para posteriormente desarrollar algunas técnicas que permitan tanto poder reconocer la importancia de este tipo de estrés laboral, como desarrollar a través de la reflexión y el juego modalidades de prevención.
Destinado a familiares de adultos mayores, trabajadores gerontológicos, cuidadores informales, recreológos, y toda persona que se encuentre en contacto con adultos mayores y trabaje o esté interesado en la temática.
Lugar: La Casona de Humahuaca
Humahuaca 3508- Capital Federal.
Fecha: 14/10/2010
Horario: 15 a 17 hs.
Confirmar asistencia: eleonoracarrazco@gmail.com
miércoles, 22 de septiembre de 2010
Centro de Atención a Familiares y Cuidadores Gerontológicos
Deseamos comunicarles a los que suelen leer nuestros escritos, saber acerca de nuestras prácticas, que hemos creado un centro de atención destinado tanto a familiares, a cuidadores informales, como a auxiliares de cuidados de adultos mayores.
Este espacio surge no sólo por el deseo de agruparnos, si bien conocemos la potencia de lo grupal, su poder curativo, reparador o resignificador de situaciones, sino además por la necesidad de ir construyendo nuevos escenarios que remitan a "crear" un horizonte más cercano, más próximo relacionado con una mejor calidad de vida.
Mejor calidad de vida para los familiares, abrumados muchas veces por la crisis vital de uno de sus miembros, mejor calidad de vida para los cuidadores informales, mejor calidad de vida para los que trabajan en las residencias o geriátricos.
Nuestro intento, es esto, intento de ser pasaje, puente, que no remita a quedarse en una mera trama ficcional. Ponemos el acento en lo grupal, como lugar para sostener interrogantes, replanteos.
Durante estos años hemos escuchado, nos hemos implicado desde un lugar que asumía la realidad junto con su negación; hoy son los ex-alumnos, las personas que llegan a tomar nuestros cursos, los que trabajan en campo hace ya mucho tiempo, los que se encuentran en alguna medida desbordados por un contexto que puede resultarles rígido o paralizante, quienes nos convocan para sumar en la tarea.
Como decíamos este grupo ha sido creado por nuestro deseo y por el deseo de todos aquellos que creen en la prevención, en la creatividad, en la riqueza de la experiencia grupal, es creado inicialmente con el objeto de asesorar y contener a familiares de adultos mayores, cuidadores informales y personal geriátrico. Estas habilitaciones tal vez nos permitan nuevas zonas de apertura para el encuentro solidario con la experiencia humana.
Con tal propósito los invitaremos a lo largo del año a diversos seminarios y talleres para co-pensar, sentir, y vivenciar juntos, posibles respuestas ante las situaciones que nos presenta el devenir humano.
viernes, 3 de septiembre de 2010
Migronautas
La mayoría cree
que los migronautas se desplazan sobre el planeta de unas remotas tierras hacia
las nuestras. Pero no. Pocos logran advertir que, por el contario, ellos son
los que hacen girar y caminar al mundo con sus migraciones. Ellos llevan sus mundos
de un lado a otro buscando rincones donde quepan el suyo y todos los otros
mundos.
A menudo parecen
encontrar ese lugarcito cálido y amoroso. Apean el planeta y vuelven a regar
sus mares con saladas lágrimas de nostalgia. De su planeta caen sobre nuestros
patios tierritas y piedritas con historias de niños rubios robando la chipá
calentita del horno de la abuela india. De repente deben de nuevo huir
apresuradamente porque los planetas vuelven a chocar: un nacido y criado
reclama como propio el patio trasero. Entonces reaparecen en carne viva
historias de niños descalzos rescatados de la inundación, tan empapados y
percudidos de ese barro que finalmente quedaron con la piel de terracota.
Los que
descendimos de ellos somos hilachas marrones de ríos derramándose de sus mundos
en emergencia. Sin embargo pareciera que por un instante y para siempre nos
hemos quedado adsorvidos al limo apretado del terraplén de una vieja estación
de tren. Pero en algún momento, tarde o
temprano suena el pito de la locomotora nuevamente. El vapor henchido de
fecundas energías nos pone de nuevo sobre aviso que tenemos un mundo por
pechar.
Y ahí arrancamos
nuevamente con nuestro planeta a cuestas en busca de la Tierra sin Mal. Nuestro
planeta unívoco y solitario necesita obstinarse de otros mundos, necesita
desbabelarse del engañoso castigo de lo diverso.
Caminando juntos a
paso firme desfibrilaremos el pecho sincopado del mundo, haremos girar a mil
dialectos por segundo el planeta y el amanecer estará más cerca, porque
nuestros viejos están ahí, espantando a sapucayes limpios las nubes negras y
atajándonos el sol.
Homenaje a nuestros viejos, esas aves migratorias de los
sueños.
domingo, 13 de junio de 2010
Un señor muy viejo con unas alas enormes
(Aracata, Colombia 1928—)
Al tercer día de lluvia habían matado tantos cangrejos dentro de la casa, que Pelayo tuvo que atravesar su patio anegado para tirarlos al mar, pues el niño recién nacido había pasado la noche con calenturas y se pensaba que era causa de la pestilencia. El mundo estaba triste desde el martes. El cielo y el mar eran una misma cosa de ceniza, y las arenas de la playa, que en marzo fulguraban como polvo de lumbre, se habían convertido en un caldo de lodo y mariscos podridos. La luz era tan mansa al mediodía, que cuando Pelayo regresaba a la casa después de haber tirado los cangrejos, le costó trabajo ver qué era lo que se movía y se quejaba en el fondo del patio. Tuvo que acercarse mucho para descubrir que era un hombre viejo, que estaba tumbado boca abajo en el lodazal, y a pesar de sus grandes esfuerzos no podía levantarse, porque se lo impedían sus enormes alas.
Asustado por aquella pesadilla, Pelayo corrió en busca de Elisenda, su mujer, que estaba poniéndole compresas al niño enfermo, y la llevó hasta el fondo del patio. Ambos observaron el cuerpo caído con un callado estupor. Estaba vestido como un trapero. Le quedaban apenas unas hilachas descoloridas en el cráneo pelado y muy pocos dientes en la boca, y su lastimosa condición de bisabuelo ensopado lo había desprovisto de toda grandeza. Sus alas de gallinazo grande, sucias y medio desplumadas, estaban encalladas para siempre en el lodazal. Tanto lo observaron, y con tanta atención, que Pelayo y Elisenda se sobrepusieron muy pronto del asombro y acabaron por encontrarlo familiar. Entonces se atrevieron a hablarle, y él les contestó en un dialecto incomprensible pero con una buena voz de navegante. Fue así como pasaron por alto el inconveniente de las alas, y concluyeron con muy buen juicio que era un náufrago solitario de alguna nave extranjera abatida por el temporal. Sin embargo, llamaron para que lo viera a una vecina que sabía todas las cosas de la vida y la muerte, y a ella le bastó con una mirada para sacarlos del error.
— Es un ángel –les dijo—. Seguro que venía por el niño, pero el pobre está tan viejo que lo ha tumbado la lluvia.
Al día siguiente todo el mundo sabía que en casa de Pelayo tenían cautivo un ángel de carne y hueso. Contra el criterio de la vecina sabia, para quien los ángeles de estos tiempos eran sobrevivientes fugitivos de una conspiración celestial, no habían tenido corazón para matarlo a palos. Pelayo estuvo vigilándolo toda la tarde desde la cocina, armado con un garrote de alguacil, y antes de acostarse lo sacó a rastras del lodazal y lo encerró con las gallinas en el gallinero alumbrado. A media noche, cuando terminó la lluvia, Pelayo y Elisenda seguían matando cangrejos. Poco después el niño despertó sin fiebre y con deseos de comer. Entonces se sintieron magnánimos y decidieron poner al ángel en una balsa con agua dulce y provisiones para tres días, y abandonarlo a su suerte en altamar. Pero cuando salieron al patio con las primeras luces, encontraron a todo el vecindario frente al gallinero, retozando con el ángel sin la menor devoción y echándole cosas de comer por los huecos de las alambradas, como si no fuera una criatura sobrenatural sino un animal de circo.
El padre Gonzaga llegó antes de las siete alarmado por la desproporción de la noticia. A esa hora ya habían acudido curiosos menos frívolos que los del amanecer, y habían hecho toda clase de conjeturas sobre el porvenir del cautivo. Los más simples pensaban que sería nombrado alcalde del mundo. Otros, de espíritu más áspero, suponían que sería ascendido a general de cinco estrellas para que ganara todas las guerras. Algunos visionarios esperaban que fuera conservado como semental para implantar en la tierra una estirpe de hombres alados y sabios que se hicieran cargo del Universo. Pero el padre Gonzaga, antes de ser cura, había sido leñador macizo. Asomado a las alambradas repasó un instante su catecismo, y todavía pidió que le abrieran la puerta para examinar de cerca de aquel varón de lástima que más parecía una enorme gallina decrépita entre las gallinas absortas. Estaba echado en un rincón, secándose al sol las alas extendidas, entre las cáscaras de fruta y las sobras de desayunos que le habían tirado los madrugadores. Ajeno a las impertinencias del mundo, apenas si levantó sus ojos de anticuario y murmuró algo en su dialecto cuando el padre Gonzaga entró en el gallinero y le dio los buenos días en latín. El párroco tuvo la primera sospecha de impostura al comprobar que no entendía la lengua de Dios ni sabía saludar a sus ministros. Luego observó que visto de cerca resultaba demasiado humano: tenía un insoportable olor de intemperie, el revés de las alas sembrado de algas parasitarias y las plumas mayores maltratadas por vientos terrestres, y nada de su naturaleza miserable estaba de acuerdo con la egregia dignidad de los ángeles. Entonces abandonó el gallinero, y con un breve sermón previno a los curiosos contra los riesgos de la ingenuidad. Les recordó que el demonio tenía la mala costumbre de recurrir a artificios de carnaval para confundir a los incautos. Argumentó que si las alas no eran el elemento esencial para determinar las diferencias entre un gavilán y un aeroplano, mucho menos podían serlo para reconocer a los ángeles. Sin embargo, prometió escribir una carta a su obispo, para que éste escribiera otra al Sumo Pontífice, de modo que el veredicto final viniera de los tribunales más altos.
Su prudencia cayó en corazones estériles. La noticia del ángel cautivo se divulgó con tanta rapidez, que al cabo de pocas horas había en el patio un alboroto de mercado, y tuvieron que llevar la tropa con bayonetas para espantar el tumulto que ya estaba a punto de tumbar la casa. Elisenda, con el espinazo torcido de tanto barrer basura de feria, tuvo entonces la buena idea de tapiar el patio y cobrar cinco centavos por la entrada para ver al ángel.
Vinieron curiosos hasta de la Martinica. Vino una feria ambulante con un acróbata volador, que pasó zumbando varias veces por encima de la muchedumbre, pero nadie le hizo caso porque sus alas no eran de ángel sino de murciélago sideral. Vinieron en busca de salud los enfermos más desdichados del Caribe: una pobre mujer que desde niña estaba contando los latidos de su corazón y ya no le alcanzaban los números, un jamaicano que no podía dormir porque lo atormentaba el ruido de las estrellas, un sonámbulo que se levantaba de noche a deshacer dormido las cosas que había hecho despierto, y muchos otros de menor gravedad. En medio de aquel desorden de naufragio que hacía temblar la tierra, Pelayo y Elisenda estaban felices de cansancio, porque en menos de una semana atiborraron de plata los dormitorios, y todavía la fila de peregrinos que esperaban su turno para entrar llegaba hasta el otro lado del horizonte.
El ángel era el único que no participaba de su propio acontecimiento. El tiempo se le iba buscando acomodo en su nido prestado, aturdido por el calor de infierno de las lámparas de aceite y las velas de sacrificio que le arrimaban a las alambradas. Al principio trataron de que comiera cristales de alcanfor, que, de acuerdo con la sabiduría de la vecina sabia, era el alimento específico de los ángeles. Pero él los despreciaba, como despreció sin probarlos los almuerzos papales que le llevaban los penitentes, y nunca se supo si fue por ángel o por viejo que terminó comiendo nada más que papillas de berenjena. Su única virtud sobrenatural parecía ser la paciencia. Sobre todo en los primeros tiempos, cuando le picoteaban las gallinas en busca de los parásitos estelares que proliferaban en sus alas, y los baldados le arrancaban plumas para tocarse con ellas sus defectos, y hasta los más piadosos le tiraban piedras tratando de que se levantara para verlo de cuerpo entero. La única vez que consiguieron alterarlo fue cuando le abrasaron el costado con un hierro de marcar novillos, porque llevaba tantas horas de estar inmóvil que lo creyeron muerto. Despertó sobresaltado, despotricando en lengua hermética y con los ojos en lágrimas, y dio un par de aletazos que provocaron un remolino de estiércol de gallinero y polvo lunar, y un ventarrón de pánico que no parecía de este mundo. Aunque muchos creyeron que su reacción no había sido de rabia sino de dolor, desde entonces se cuidaron de no molestarlo, porque la mayoría entendió que su pasividad no era la de un héroe en uso de buen retiro sino la de un cataclismo en reposo.
El padre Gonzaga se enfrentó a la frivolidad de la muchedumbre con fórmulas de inspiración doméstica, mientras le llegaba un juicio terminante sobre la naturaleza del cautivo. Pero el correo de Roma había perdido la noción de la urgencia. El tiempo se les iba en averiguar si el convicto tenía ombligo, si su dialecto tenía algo que ver con el arameo, si podía caber muchas veces en la punta de un alfiler, o si no sería simplemente un noruego con alas. Aquellas cartas de parsimonia habrían ido y venido hasta el fin de los siglos, si un acontecimiento providencial no hubiera puesto término a las tribulaciones del párroco.
Sucedió que por esos días, entre muchas otras atracciones de las ferias errantes del Caribe, llevaron al pueblo el espectáculo triste de la mujer que se había convertido en araña por desobedecer a sus padres. La entrada para verla no sólo costaba menos que la entrada para ver al ángel, sino que permitían hacerle toda clase de preguntas sobre su absurda condición, y examinarla al derecho y al revés, de modo que nadie pusiera en duda la verdad del horror. Era una tarántula espantosa del tamaño de un carnero y con la cabeza de una doncella triste. Pero lo más desgarrador no era su figura de disparate, sino la sincera aflicción con que contaba los pormenores de su desgracia: siendo casi una niña se había escapado de la casa de sus padres para ir a un baile, y cuando regresaba por el bosque después de haber bailado toda la noche sin permiso, un trueno pavoroso abrió el cielo en dos mitades, y por aquella grieta salió el relámpago de azufre que la convirtió en araña. Su único alimento eran las bolitas de carne molida que las almas caritativas quisieran echarle en la boca. Semejante espectáculo, cargado de tanta verdad humana y de tan temible escarmiento, tenía que derrotar sin proponérselo al de un ángel despectivo que apenas si se dignaba mirar a los mortales. Además los escasos milagros que se le atribuían al ángel revelaban un cierto desorden mental, como el del ciego que no recobró la visión pero le salieron tres dientes nuevos, y el del paralítico que no pudo andar pero estuvo a punto de ganarse la lotería, y el del leproso a quien le nacieron girasoles en las heridas. Aquellos milagros de consolación que más bien parecían entretenimientos de burla, habían quebrantado ya la reputación del ángel cuando la mujer convertida en araña terminó de aniquilarla. Fue así como el padre Gonzaga se curó para siempre del insomnio, y el patio de Pelayo volvió a quedar tan solitario como en los tiempos en que llovió tres días y los cangrejos caminaban por los dormitorios.
Los dueños de la casa no tuvieron nada que lamentar. Con el dinero recaudado construyeron una mansión de dos plantas, con balcones y jardines, y con sardineles muy altos para que no se metieran los cangrejos del invierno, y con barras de hierro en las ventanas para que no se metieran los ángeles. Pelayo estableció además un criadero de conejos muy cerca del pueblo y renunció para siempre a su mal empleo de alguacil, y Elisenda se compró unas zapatillas satinadas de tacones altos y muchos vestidos de seda tornasol, de los que usaban las señoras más codiciadas en los domingos de aquellos tiempos. El gallinero fue lo único que no mereció atención. Si alguna vez lo lavaron con creolina y quemaron las lágrimas de mirra en su interior, no fue por hacerle honor al ángel, sino por conjurar la pestilencia de muladar que ya andaba como un fantasma por todas partes y estaba volviendo vieja la casa nueva. Al principio, cuando el niño aprendió a caminar, se cuidaron de que no estuviera cerca del gallinero. Pero luego se fueron olvidando del temor y acostumbrándose a la peste, y antes de que el niño mudara los dientes se había metido a jugar dentro del gallinero, cuyas alambradas podridas se caían a pedazos. El ángel no fue menos displicente con él que con el resto de los mortales, pero soportaba las infamias más ingeniosas con una mansedumbre de perro sin ilusiones. Ambos contrajeron la varicela al mismo tiempo. El médico que atendió al niño no resistió la tentación de auscultar al ángel, y encontró tantos soplos en el corazón y tantos ruidos en los riñones, que no le pareció posible que estuviera vivo. Lo que más le asombró, sin embargo, fue la lógica de sus alas. Resultaban tan naturales en aquel organismo completamente humano, que no podía entender por qué no las tenían también los otros hombres.
Cuando el niño fue a la escuela, hacía mucho tiempo que el sol y la lluvia habían desbaratado el gallinero. El ángel andaba arrastrándose por acá y por allá como un moribundo sin dueño. Lo sacaban a escobazos de un dormitorio y un momento después lo encontraban en la cocina. Parecía estar en tantos lugares al mismo tiempo, que llegaron a pensar que se desdoblaba, que se repetía a sí mismo por toda la casa, y la exasperada Elisenda gritaba fuera de quicio que era una desgracia vivir en aquel infierno lleno de ángeles. Apenas si podía comer, sus ojos de anticuario se le habían vuelto tan turbios que andaba tropezando con los horcones, y ya no le quedaban sino las cánulas peladas de las últimas plumas. Pelayo le echó encima una manta y le hizo la caridad de dejarlo dormir en el cobertizo, y sólo entonces advirtieron que pasaba la noche con calenturas delirantes en trabalenguas de noruego viejo. Fue esa una de las pocas veces en que se alarmaron, porque pensaban que se iba a morir, y ni siquiera la vecina sabia había podido decirles qué se hacía con los ángeles muertos.
Sin embargo, no sólo sobrevivió a su peor invierno, sino que pareció mejor con los primeros soles. Se quedó inmóvil muchos días en el rincón más apartado del patio, donde nadie lo viera, y a principios de diciembre empezaron a nacerle en las alas unas plumas grandes y duras, plumas de pajarraco viejo, que más bien parecían un nuevo percance de la decrepitud. Pero él debía conocer la razón de estos cambios, porque se cuidaba muy bien de que nadie los notara, y de que nadie oyera las canciones de navegantes que a veces cantaba bajo las estrellas. Una mañana, Elisenda estaba cortando rebanadas de cebolla para el almuerzo, cuando un viento que parecía de alta mar se metió en la cocina. Entonces se asomó por la ventana, y sorprendió al ángel en las primeras tentativas del vuelo. Eran tan torpes, que abrió con las uñas un surco de arado en las hortalizas y estuvo a punto de desbaratar el cobertizo con aquellos aletazos indignos que resbalaban en la luz y no encontraban asidero en el aire. Pero logró ganar altura. Elisenda exhaló un suspiro de descanso, por ella y por él, cuando lo vio pasar por encima de las últimas casas, sustentándose de cualquier modo con un azaroso aleteo de buitre senil. Siguió viéndolo hasta cuando acabó de cortar la cebolla, y siguió viéndolo hasta cuando ya no era posible que lo pudiera ver, porque entonces ya no era un estorbo en su vida, sino un punto imaginario en el horizonte del mar.
viernes, 11 de junio de 2010
Cuentan las abuelas Wichí - Memoria de los ríos
Gentileza de Memorias de la Tierra
Convertido en perro llegó hasta donde estaba la gente y comenzó a comer pescado y de todas las familias lo echaron. Los ancianos pensaron que podía ser Tokwaj y deidieron esperar. Al día siguiente, Tío Travieso estaba allí y el perro no.
Tokwaj hizo su propio arco y flecha y se dispuso a pescar. La gente tenía miedo que pesque un dorado que había en el Yuchan. Lo atravesó con una flecha. Pero el pez era grande y se movía por el arbol golpeando sus costados, hasta que los rompió. Así se escapó el agua que era de Fwichilaj, un espíritu y su hijo. Ellos con una vara marcaban el camino del agua. Se separaron… uno caminó con la vara por el norte formando un río, el Pilcomayo. El otro por el sur, formó el Bermejo.
A Tokwaj lo corrió el agua. Por eso si uno ve el Pilcomayo tiene muchas curvas, porque el siguió ese camino, y como estaba preocupado daba muchas vueltas. Tío Travieso alteró la pesca que antes estaba en el árbol, y ahora los wichí deben buscar el pescado a los largo de los ríos.
Asi cuentan las abuelas que se formaron los ríos que dan la vida.
miércoles, 26 de mayo de 2010
Reflexiones sobre el adulto mayor y su acompañamiento.
PASTORAL DE LA SALUD.
DR. ADELAIDO URIBE FLORES.
TEPIC,NAYARIT ,MEXICO.
EL ADULTO MAYOR Y SU ACOMPAÑAMIENTO
Debo tomar conciencia del miedo de que hiciera lo que hiciera, quisiera lo que quisiera, pensara lo que pensara, me estoy haciendo viejo. Llegan las preguntas de: ¿que va a ser de mí o qué va a pasar el día de mañana o el día de hoy o de qué manera voy a vivir o sobrevivir, con qué o con quién voy a contar…?
Llegado el momento, a los 65 años, veo cuantas cosas dejé de lado, lo que mis abuelos o mis ancestros no hicieron, ellos crecieron unidos, apoyados por los hijos y los nietos, no debieron preocuparse por la situación que les esperaba en la tercera edad, era otra estructura familiar, eran otros tiempos.
Existe el miedo a lo desconocido, a la tercera edad o vejez, qué pasa en todos los aspectos vitales más simples como conservar la salud, el trabajo, la economía, la jubilación, el deterioro progresivo, la enfermedad y muerte.
Una de las metas sería llegar a viejo con lucidez y un estado que no cause perturbaciones a nadie y mucho menos a la familia.
Una vejez exitosa, una vejez de excelencia, una vejez útil suena padrisimo, pero para saber tengo que conocer también la otra cara de la moneda.
Tengo presente siempre a mis abuelas no porque lloraban o tenían diabetes, sino por todas las cosas que hacían, por todo lo que sabían, lo que platicaban, lo que contaban, de cómo vivían, comían, disfrutaban, vacilaban; toda su visión limpia y optimista, saludable y envidiable de la ancianidad.
Si es que vamos a vivir más tiempo, también vamos a tener que saber cómo vivir en salud los últimos años de la vida, como conservar lo que nos queda por conservar, cómo rescatar lo rescatable, como seguir siendo productivos, cómo seguir integrados a un grupo humano llamado familia, o a la pareja, cómo no ser una carga para los demás, para nuestros hijos o familiares, cómo no sentirnos un estorbo o una lacra, cómo no marginarnos y seguir siendo parte de la colectividad humana.
Hay toda una industria millonaria que promete combatir las huellas del paso del tiempo. Se sobrevalora la estética del cuerpo físico y promueve una actitud negativa al envejecimiento.
En el pasado se apreciaba en el anciano valores como la experiencia, la transmisión de tradiciones, su sabiduría y se le escuchaba, hoy ha quedado relegado.
Hoy el anciano es víctima de la soledad y el abandono, la pobreza y el maltrato, son estorbos e incómodos, no se les deja expresar sus sentimientos.
El culto a la belleza, el dinero, el éxito y el poder margina también a los ancianos, que hace se sientan rechazados.
En unas décadas más, las personas de 60 y más años se cuadriplicará en el mundo, pasando de 606 millones a 2000 millones en el 2050. Los ancianos serán el cambio demográfico más significativo de la historia, quienes tendrán necesidades de salud, económicas y materiales muy específicas.
La gerontología tiene un doble objetivo: buscar la prolongación de la vida retardando la muerte y mejorar la calidad de vida de las personas mayores.
En México se estima que el 10% de la población son ancianos, que para el 2050 será el 25%, urgen políticas públicas para atender este cambio poblacional.
LOS ANCIANOS NO SOLO QUIEREN SER ENTRETENIDOS, DESEAN SER UTILES. LO QUE HAGAMOS POR LOS ANCIANOS DE HOY REPERCUTIRA SOBRE LOS VIEJOS QUE SEREMOS NOSOTROS.
No olvidemos que los adultos mayores son víctimas de violencia: desde comentarios denigrantes, aislamientos, dejarlos sin comer, encerrarlos y golpearlos.
Generalmente, el anciano es cuidado en su propia casa por una mujer, que además, realiza las tareas domésticas y sale a trabajar. Sin embargo, encontramos varones que tambien realizan esta tarea.
Generalmente el cuidado de un adulto mayor con una discapacidad es algo que inicia repentinamente: una caída, un cáncer; son eventos que cambian la vida de un hogar completamente.
Se requieren cuidados especiales y no se estaba preparado ni prevenido. En los enfermos en que el deterioro es paulatino, más o menos se va adaptando de la situación día con día; sin embargo quien tiene que auxiliar al anciano no está informado, ni tiene conocimientos para hacerlo.
La ignorancia hace que el trabajo sea doblemente difícil, los cuidadores experimentan estrés, cuantas más horas dedican a atender al anciano más altos son los niveles de estrés, contagiando también al enfermo; se caen un circulo vicioso que afecta a toda la familia.
Se trata de que los cuidados al adulto mayor le ayuden a mejorar su calidad de vida, sin deteriorar la propia y ni la de la familia.
El alivio del sufrimiento y la búsqueda del mayor bienestar posible, deben ser el objetivo primordial de los cuidadores de un anciano.
Para cada caso se presentan deferentes problemáticas, dependiendo de las discapacidades del enfermo; existiendo procedimientos adecuados que debe conocer el cuidador.
El cuidado adecuado no sólo debe vigilar los aspectos físicos, no sólo se trata de darle el medicamento, alimentarlo, bañarlo, cambiarle los pañales. La atención debe ser integral para conseguir un significativo alivio del sufrimiento; debe considerar entonces los aspectos físico, emocional, social y espiritual de la persona enferma.
Lo anterior, significa que además de tratar los síntomas físicos, como el dolor o la dificultad para moverse debe atenderlo también emocionalmente, ayudándole a manejar sus sentimientos y permitirle expresar sus dudas y temores. Es necesario facilitarle el mejor entorno posible y tener sensibilidad y respeto, hacia sus necesidades espirituales durante el proceso de la enfermedad y finalmente el de la muerte.
El cuidador tiene que aprender como realizar ciertas actividades y acciones terapéuticas; también necesitará saber como enfrentar situaciones como el aislamiento social, variaciones en el estado de ánimo o el avance del deterioro. Hay que replantear toda la rutina y ritmo de vida de un hogar.
Un buen cuidador encuentra gran satisfacción en el acto de dar, han descubierto que dar y recibir son lo mismo, que no esperan nada a cambio. Requiere mucha energía y fortaleza emocional.
El agotamiento y la depresión de los cuidadores familiares puede tener consecuencias graves. El estrés crónico desgasta las defensas del cuerpo y pone en peligro al sistema inmunológico, llevando a la hipertensión arterial, úlcera, dolor de espalda, migraña y hasta el infarto.
La salud física y emocional de un cuidador es fundamental y no debe desatenderse; debe hacer todo lo posible para mantenerse sano. Debe contar con una red social de apoyo.
El cuidador debe tener relevos que le permita tener tiempo para sí mismo y reposar. Sí es necesario que busque un grupo de autoayuda, en que pueda desahogarse junto con otros que están en la misma situación.
El cuidador debe hacer actividad física y cuidar su alimentación, puede aprender a realizar respiración profunda para evitar que se acumule el estrés.
En el enfermo habrá que cuidar la autoestima y la soledad; habrá que rodearlo de sus fotos preferidas, sus muebles, libros, su música, sus nietos, sus imágenes religiosas.
"Saber envejecer es una obra maestra de la sabiduría y una de las partes más difíciles del gran arte de vivir".
Henri Frederic Amiel
Del álbum:
Wall Photos de LETRAS CON CONCIENCIA
de Héctor Guillermo Rodriguez Baraja
domingo, 16 de mayo de 2010
La caída
Uno de los síndromes geriátricos infracomunicado y por lo tanto infradiagnosticado es el de las caídas, no suele atribuirsele demasiada atención. Suceden así, de pronto, y modifican de forma insospechada el presente y calidad de vida de los adultos mayores.
Son previsibles las caídas, existen formas de evitarlas, son causas que generan y refuerzan patologías existentes, debemos prestar atención a las mismas para evitar males mayores.
Estas y otras cuestiones deberían ser abordadas, para que estas caídas no se transformen en La caída, la otra caída que produce en el adulto mayor una transformación radical en su existencia.
Siempre recuerdo el caso de una señora que vivía en un geriátrico, y su estancia en ese lugar, que por cierto la melancolizaba bastante estaba justamente referida a esto, a una caída.
Sus dos hijos médicos, pensaron que ya no estaba en condiciones de vivir sola y procedieron a reformularle la vida, haciendo operativo el acceso al geriátrico sin consultarla demasiado sobre el mismo.
La señora me relataba que todo se había producido abruptamente luego de la rotura de su cadera, y que si bien en ella operaba el sindrome postcaída, que la hacía sentirse insegura, temerosa de otras posibles, también argumentaba la férrea oposición de sus hijos para que retomara sus niveles de independencia.
En alguna medida sus hijos, tal vez haciendo uso de un paternalismo extremo, retroalimentaban esta angustia que ella sentía.
Con esto queremos mencionar entonces que las caídas y sus consecuencias constituyen no sólo un tema relacionado con la salud privada sino incluso con la salud pública: por su frecuencia relacionada con el aumento en la esperanza de vida, por su alta mortalidad, por su asociación a la inmovilización, y como en este caso referido por la institucionalización prematura y pérdida de independencia por parte del paciente.
Podemos entonces empezar a cuestionarnos acerca de si la caída de un adulto mayor es un hecho impredecible o inevitable, debido al envejecimiento del individuo, o si no es que en la mayoría de los casos resulta de una inadaptación entre el adulto y su entorno de causa multifactorial.
Factores de riesgo
Los factores identificados son extrínsecos o ambientales e intrínsecos, entre los que se deben destacar: las enfermedades agudas o crónicas, el uso de fármacos, sobre todo sedantes y antihipertensivos, los cambios en la bipedestación, la marcha, el equilibrio, los pies, la audición y la visión.
La vivienda es el lugar en donde más recurrentemente suceden las caídas: dormitorio, baño y escaleras.
Existen formas de prevención, medidas potenciales para prevenir estos factores de riesgo. Es un problema de sobrada magnitud pero que, insisto, puede evitarse tomando los recaudos necesarios.
miércoles, 5 de mayo de 2010
La suavidad del cuidado.
"Debo aprender que mañana es un mundo habitable
lleno de instantes promesas besos y sueños
debo encontrar la semilla del hijo y del padre
debo bañarme otra vez en el claro deseo
en el hondo deseo, deseo...".
Silvio Rodríguez.
Cuando hablamos de cuidado quizás nos estamos refiriendo a esto, a permitir que el sujeto en cualquier instancia de su vida siga sintiendo esta necesidad, la de hundirse en el deseo.
Los datos, las estadísticas, dan cuenta de una mejora de las condiciones sociales de los adultos mayores, así como el progreso de la medicina ha aumentado la esperanza de vida; en el año 2000 el porcentaje de personas mayores de 60 años en el mundo fue de un 10% (605 millones). Este porcentaje aumenta al 20% en los países desarrollados, pero dejando de lado esta numerosidad, los datos demográficos, nos importa aquí destacar que no sólo es requisito la cantidad sino la calidad de años vividos.
Sabemos que a medida que la vida avanza, más fácil es que aparezcan enfermedades crónicas y los llamados síndromes geriátricos, muchos de ellos evitables (malnutrición, caídas, polimedicación, por citar algunos).
Lo evidente es que si el adulto mayor pierde capacidad funcional, en 1959 la OMS afirmó: "La salud del anciano como mejor se mide es en términos de función", necesitará inevitablemente ayuda, soporte, pero lo que aquí también nos interpela es qué tipo de contención damos.
Hace ya diez años que desde la Bioética (Hastings Center, 1996) se planteó
que los fines de la medicina deberían ir más allá de la curación de la enfermedad y
el alargamiento de la vida. Entre las prioridades mencionaban, la prevención de enfermedades y lesiones junto con la promoción y conservación de la salud.
Mencionaban además el alivio del dolor, la atención y la curación de los enfermos,entre ellos hacian mención a los cuidados paliativos.
Tal vez por ansiedad, por demasiada demanda, por omnipotencia, muchas veces se olvidan los factores primordiales que están relacionados con aquello que todo ser humano demanda, tiempo y comprensión. Siempre se ha dicho que una buena escucha, cura más que una aspirina. Que en realidad, se va ahí, al encuentro del otro con todo el Ser.
Ante situaciones límites -la familia impactada por la enfermedad del adulto mayor- es cuando más se pone de manifiesto la multiplicidad factorial que entrelaza todos los conflictos, de distinto orden, económico, afectivo, social.
Cuidar entonces, estaría significando poder dar respuesta a todas estas dimensiones que se despliegan, de ahi que la importancia que la salida que se dé a los conflictos sea de carácter interdisciplinar. La obligación de cuidar atañe a cualquier profesional que tenga delante a una persona que sufre. (Barbero, 1999).
Hablar de cuidado está íntimamente relacionado con la ética, con esto de ponerse en los zapatos del otro, de tener disponibilidad interna para escuchar -aunque incluso no tengamos nada que decir-. Tiene que ver con aceptar, con albergar, con compartir la tristeza que está ahí aflorando, porque no se entiende, porque no se puede, porque se está enojado, o demasiado herido.
Nuestra práctica, tremendamente vivencial,nos exige un compromiso que puede atemorizar, porque no podemos echar mano a ninguna norma escrita, ni a ningún protocolo. La implicación es de lleno, los sentidos, la creatividad, junto con superar la angustia que muchas veces nos dejan los pacientes, porque en el fondo, hubiésemos deseado armarle otro final, otra cita con la vida y con la muerte. Pero el otro está, ahí, con su cuerpo, su alma, su vida, expectante y asombrado con alguna esperanza, y esa esperanza está depositada en nosotros, que generalmente sabemos muy poco, salvo sentir con el otro. Tal vez, nuestra mejor épica.
Como sabemos el amor no se decreta, la responsabilidad sí, tal vez cuidar tenga que ver con esta actitud amorosa y responsable, nunca negligente, siempre tendiendo a la excelencia.
Humanizar la asistencia, se trata tan sólo de eso, seguir siendo humanos hasta el fin, por ellos y por nosotros. Respetar esta vida, para ayudar a su rehabilitación,para que encuentre dentro de sí su propio curador, para que sane sus partes heridas, y también para ayudarla en el tránsito hacia aquello también desconocido por nosotros.
viernes, 26 de marzo de 2010
En el centro del tiempo.
La discriminación por edad o Edadismo, implica el incluir en una categoría y juzgar a las personas sólo en función de su edad cronológica, se parece en muchos aspectos al racismo,y al igual que esos perfiles "es una manera de encasillar a las personas y no de permitirles ser individuos con un modo propio de vivir sus vidas" (Butler y cols.,1991).
La vi en medio de una multitud, junto con un grupo de adultos mayores, ella era como todo ese pueblo que marchaba, en un punto pensé: es dueña de todas las edades. Sonreía como una adolescente, alzaba los brazos al son de unas gaitas, y cuando me acerqué a hablarla vi sus ojos brillar por el futuro, como un sol clavado, eterno.
Miraba pasar a todos sus hijos, todo el grupo destilaba esa misma frescura, tal vez la de la consigna compartida, la del énfasis contagioso, era un dulce augurio el verlos ahí, justo parados en el centro del tiempo. Llevándolo de una augusta manera, casi como dioses.
Predestinados como todos pero sugiriéndonos que hay un camino, que no es precisamente el determinado por lo cotidiano, usual, sino producto de una marea dialéctica, de una sabiduría amasada por la tensión de la elección constante entre lo fijo y el cambio.
Así viví ese encuentro, cuando me acerqué a intercambiar unas palabras y le dije que mis abuelos eran de determinada región de España, me dijo: vienes de una tierra de luchadores.
Acto seguido me preguntó si tenía la doble nacionalidad, mientras me aferraba el brazo con su mano fuerte; y hablamos de Lorca.
Lorca muerto por rojo, por raro, por marica; las gaitas sonaban, el pueblo seguía marchando para no tratar de olvidar y ella ahí seguía siendo soporte sin saberlo de todas nuestras luchas. Fascinada, pudé ver en segundos mi futuro. Quiero ser ella, así, si llegó, pensé para mis adentros....
Ella me inducía a pensar lo que siempre había presentido, las categorías socio-económicas de "jubilado", "tercera edad", hasta "cuarta", a las que se reduce al individuo cuando sale del circuito de producción no tienen porque destituirlo de la categoría de ciudadano o de sujeto.
Ella también me afirmaba lo que siempre había sabido por anécdotas familiares, de las mujeres de mi familia, no siempre en toda época y lugar espiaron tras los visillos; en toda época se necesitó de un Yo lo suficientemente fuerte para derribar las barreras de la opresión cultural o económica.
Pero sobre todo ella, me dejaba su mensaje, la vida es lucha, en toda edad, por todo tiempo, es no entregarse, es buscar los zapatos acá, hacer la sopa acá, beberse su contenido te haya salido rica o no, es jugarse y tener las manos duras y cálidas, para aferrar fuerte los deseos y no dejarlos partir sino se realizaron, es mirar ahora aquí, ser el centro del tiempo, después tal vez... llegué otro cielo.
lunes, 15 de febrero de 2010
Y seréis como dioses
Asesor del Ministerio de Justicia, Seguridad
Derechos Humanos de la Nación.
Especialistas en demografía convocados por el
International Herald Tribune en New York señalaron
que “para 2050, por primera vez en la historia
humana, habrá más personas mayores de 60 años
que menores de 15”. Los expertos presentan esa
conclusión como la amenaza del siglo XXI: el envejecimiento
del planeta.
El planteo puede ser falaz. El envejecimiento y
la vejez misma no son una amenaza; lo es, en todo
caso, no integrar a individuos que –desde los 65
hasta los 100 años– pueden brindar saber y trayectoria
acumulados a una sociedad que carece de tal
acumulación. Ninguna memoria es infinita; siquiera
las memorias virtuales. Y si lo fueran, no sería posible
la memoria artificial de la experiencia: un disco
rígido no registra fracasos, intentos, melancolías o
disputas.
La cortesía imposible
La demografía trazada en el seminario del
Herald expresa un paulatino envejecimiento del
planeta; y delata un índice de preocupaciones
relativas a la economía social. Dicho rápidamente:
a) no se sabe cómo mantener a ancianos que deberían
tener la cortesía de morirse a los 65 años para salvar
sistemas previsionales colapsados; y b) menos se
sospecha cómo mantenerlos saludables a todos ellos,
con sistemas sanitarios no sólo quebrados sino con
el horrible deber hipocrático de salvar sus vidas a
cada rato. Los cuatro milagros del siglo XX –el agua
potable, los antibióticos, las anestesias y la asepsia–
son ahora un problema que los expertos expresan en
términos económicos y se aterrorizan. Si lo pensaran
en términos de vida inteligente verían un grandioso
porvenir. La vida social no puede sólo cuantificarse:
es preciso medir la calidad de la vida inteligente en
términos de contribución cultural.
No es problemático que la sociedad tenga muchos
ancianos, sino que no les imagine un lugar en
su sistema de valores culturales. Más de 30.000 habitantes
superaron, al terminar el siglo XX, los 100 años
en condiciones saludables. Con el paso del tiempo y el
avance de la ciencia, habrá cada vez más ancianos en
el mundo. Es preciso contar con un programa político
que los incluya en la sociedad global.
Tal vez la juventud sea el único estado de auténtica
carencia. La sobre-valuación que se hace
de ella suele ser tecnológica o bélica: los jóvenes
asumen los cambios bruscos con facilidad y van a la
guerra con más coraje que conciencia. Lo que nadie
dice es que no es preciso que los ancianos manejen
más tecnología de la que conocen para ser útiles. La
vejez es el único tramo de la vida que exhibe conocimiento
adquirido más la certeza de su aplicación
experimental al cabo de unas cuantas décadas. Los
jóvenes no tienen esa arruga en el currículum: faltan
las décadas.
La propuesta infernal
No advirtieron los demógrafos, en su propuesta
de traer más niños al mundo, que trazaron así una
rara paradoja: como que los bebés no se mantengan
eternamente impúberes, a cien años de nacidos
habrá que explicarles que están de más y que no se
nos ocurre qué hacer con ellos. La propuesta es infernal:
se les diría sin sobresalto –como se hizo en
el siglo XX– que la economía esperaba que vivieran
70 años y que carece de sistemas de exterminio
–por costos, no por caridad–; a los 80 transitarán
un derrotero de molestias que nadie disminuirá; el
anciano será un estorbo en todas partes muy rápido.
Verá que el mundo laboral y académico lo excluye; el
sistema previsional reduce sus ingresos; el sanitario,
la calidad de su vida. Si no es millonario perderá los
deseos y la buena fe en poco tiempo. Así vive un
anciano en la actualidad en el mundo próspero: en la
menesterosidad y la carencia económica y social.
Otro reiterado mito usual equipara la ignorancia
con altas tasas de crecimiento. El ejemplo del
día son los africanos sur-saharianos y los talibanes
que se reproducen, según la opinión de los expertos,
por su escasa cultura planetaria y su inconsciencia
genética. Si la ignorancia fuera la causa de las altas
tasas de crecimiento, a la inversa los esquimales y los
escitas deben haberse extinguido por un exceso de
genialidad; y nada explicaría que la superpoblación
india y china se corresponda con culturas macizas,
abundantes en sutilezas y matices y en expansión
impactante. Se advertirá en el idioma: los lingüistas
señalan hoy que mucho costará al inglés y al español
sobreponerse al mandarín cuando comience de verdad
la migración traspacífica.
Creced el alma
Las religiones no son sólo un ingenioso detalle
como ha insinuado un experto demógrafo. El man-
dato judío, cristiano, islámico y buddhista de crecer
y multiplicarse es de la más alta y vieja sabiduría.
Prosperan los pueblos con muchos hijos, vidas largas
e inteligentes, y viejos sanos e ilustres (cf. Arnold
Toynbee, Compendio de Historia Universal). Sus testamentos
mandan procrear (multiplicaos), educar a
los hijos para que sean más sabios que los padres
(creced), cuidar la dignidad de los viejos (honrarás padre
y madre) y ensalzar la vida (no matarás). El más
bello saludo judío es Lejaim (por la vida).
Tampoco matarás al nonato, porque la vida es un
proceso milagroso que la medicina no comprende y
no se puede planificar en abortos y eutanasias. Crecer
no es un mandato para ser más gordo, más atlético
o más rico, sino más sabio. El buen dios quiere que
el alma crezca. Por eso el desvelo trágico de los padres
sensatos es educar a los hijos con solidez. Un
espíritu bien equipado resiste hasta el fin.
El mundo creció así, al amparo de inspiraciones
divinas. Asia y Atenas añadieron filosofía y dialéctica
al pensamiento mítico. Cuando sacaron el
cuerpo del campo de batalla descubrieron el logos.
Europa nos enseñó a ser libres, iguales y fraternos.
Después Lincoln, Gandhi, Saddat y los estudiantes
de Tiananment morirían en busca de los beneficios
de la libertad. El mundo progresó por el sendero de
su capital humano. La clave es qué cantidad de inteligencia
quiere ejercer una sociedad libre. Un pueblo
que –con su fertilidad– expande la educación y el
conocimiento, crece siempre. Para ello debe contar
con la acumulación del saber que sólo produce en
las personas el derrotero del tiempo: esa desgracia se
llama vejez y es una bella bendición.
Tal vez el anatomista que mejor ha explicado
las causas de la prolongación de la vida en el siglo
XX fue el argentino Alfonso Albanese. Hasta que
lo distrajo la muerte a los 99 años, asistió todos los
días a su cátedra en la Facultad de Medicina de la
Universidad de Buenos Aires.
Extractado de la Revista reseñas y debates
del Instituto de Altos Estudios Juan Perón.
miércoles, 10 de febrero de 2010
Poema Mapuche . Elicura Chihuailaf
A orillas del fogón (en su memoria)
los abuelos mueven los tristes labios
del invierno
y nos recuerdan a nuestros muertos y
desaparecidos
y nos enseñan a entender el lenguaje
de los pájaros
Nos dicen: Todos somos hijos de la misma
Tierra, de la misma agua
Sentado en las rodillas de mi abuela oi
las primeras historias de árboles
y piedras que dialogan entre sí,con los
animales y con la gente
Nada más me decía, hay que aprender
a interpretar sus signos
y a percibir sus sonidos que suelen esconderse
en el viento.
También con mi abuelo compartimos muchas
noches a la intemperie
Largos silencios, largos relatos que nos
hablaban del origen de la gente nuestra
del primer espíritu mapuche arrojado desde
/el Azul
De las almas que colgaban en el infinito
como estrellas
Nos enseñaba los caminos del cielo, sus ríos
/sus señales.
viernes, 22 de enero de 2010
Metamorfosis de la Mediana Edad
Revista Topía.
Introducción
La mediana edad es una etapa de la vida que viene a marcar la adultez, la finalización de la juventud y conlleva en si una serie de duelos y reestructuraciones psíquicas, así como el adolescente debe pasar por ciertos duelos a nivel corporal, al perder su cuerpo infantil y tener que vérselas con su nuevo cuerpo sexuado, mas grande, con mas bello, un cuerpo que nada tiene que ver con el cuerpo de la infancia, en la edad mediana uno también debe pasar por un duelo del cuerpo, el cuerpo pasa a ser otro que el de la juventud, un cuerpo que muchas veces no es aceptado por su portador.
J. Lacan en su concepción de los registros diferencia claramente tres: el real, el simbólico y el imaginario. El sujeto se encuentra sumergido en esta interrelación de registros. Para dar un panorama mas claro me referiré brevemente a cada registro para comprenderlo mejor, El registro real corresponde al lo que no puede ser nombrado, a lo que se escapa de la palabra, es el registro de las tensiones, el registro simbólico es donde reinan los significantes, es el registro en el cual nos encontramos sustentados por el lenguaje que viene a representar, y el imaginario es lo que corresponde a la imagen del propio yo, el cual se diferencia de los otros, lo que corresponde al estadio del espejo. El cuerpo puede verse desde los tres registros mencionados con anterioridad, mas allá del sinfín de cuerpos existentes como el cuerpo sexual, el cuerpo de la danza, el cuerpo de la medicina, el cuerpo del deporte, el cuerpo de la muerte, etc. Desde los registros el cuerpo puede ser Real, el cuerpo de la tensión, el organismo. El cuerpo simbólico, representado por significantes y el cuerpo imaginario, la imagen que nos devuelve nuestro cuerpo como limite del no-yo.
En la mediana edad de la vida, cada sujeto tiene que vérselas con este nuevo cuerpo real, el cual viene a cargar con una mayor cantidad de tensiones debido a su envejecimiento orgánico, una mayor posibilidad de enfermar, una menor flexibilidad, una imposibilidad de realizar ciertos movimientos propios de la juventud, el cuerpo real empieza a dar sus primeras señales para que el sujeto comience a modificar aquel cuerpo imaginario, el sujeto debe realizar un duelo corporal, el cuerpo de la juventud ya no existe mas, ahora tiene que vérselas con un cuerpo que debe cuidar, un cuerpo mas envejecido. El filosofo francés, Jean-François Lyotard, menciona el porque de ésta distorsión negativa de la imagen de la mediana edad en el postmodernismo, criticó a la sociedad actual, en donde encontramos discursos idealistas e iluministas, pero es Lyotard quien puso nombre a la "condición posmoderna", concepto que levanta polémica pero que ha terminado por englobar una cierta crisis cultural cuyos rasgos pueden ir desde el escepticismo; el reclamo de que se respetan los derechos de las minorías, el aumento de las patologías de la gratificación inmediata, la idealización del cuerpo joven, de la cirugía plástica o la idea de que envejecer es feo y malo.
Con respecto a este cuerpo joven que se pierde, toda perdida de algo querido acarrea un duelo, Freud menciona que éste consta de etapas, es una reacción frente a una pérdida, el sujeto pierde el interés por el mundo exterior sustrayendo la libido de todos los objetos, depositando en el objeto perdido toda la energía libidinal, a pesar de esto el duelo no es patológico debido a que en un cierto tiempo el sujeto debe sustraer libido de aquel objeto para investir nuevos objetos. En cambio en la melancolía existe una identificación con el objeto perdido, y así autoreproches; el cuerpo de la juventud en la mediana edad se pierde, pero aparte de perder el cuerpo se las tiene que ver con un cuerpo que no es deseable, un cuerpo que pesa y es inestable, no rígido y seguro como el que ha perdido, ahora es un cuerpo que porta el sello de finitud. Este cuerpo nuevo necesita una serie de cuidados que el anterior no necesitaba.
El cuerpo de la mediana edad hace ruido en el registro de lo real, aparecen una serie de dolores que repercuten en lo simbólico y abren una puerta a el mundo de la adultez que muchas veces es representada por el "empezar a morir", esta es la traducción simbólica que trae este cuerpo real; el simbólico lo fuimos armando de niños, con significantes de autoridad, significantes de madurez, este lugar simbólico que ocuparon nuestros padres idealizados de la infancia, ahora dicho lugar, se nos cae encima como un balde de agua fría, nos atrapa en el, y el sujeto ahora se encuentra en aquel lugar, lugar de responsabilidad, lugar de autoridad, lugar de madurez y experiencia, en este lugar completo de significantes que nosotros mismos fuimos construyendo, ahora somos nosotros los grandes. Esto mismo ocurre con el niño que va a nacer y va a caer en aquel cuerpo simbólico que espera fuera del vientre, un constructo de significantes, como: "va a ser igualito a mi"..."va a ser hablador como mama" ..etc. Entonces de adultos caemos en este cuerpo de la adultez y tenemos que amoldarnos poco a poco a el, para poder ir identificándonos con el.
Generatividad del cuerpo
Erick Erickson postula la teoría del desarrollo psicosocial, en la cual menciona ocho etapas de la vida, dentro de ellas menciona la etapa de Generatividad frente al estancamiento y menciona que en ella se debe establecer y guiar a la siguiente generación, esto no es mas que un ejemplo de un mandato que posee aquel cuerpo simbólico, inundado por significantes de responsabilidad, definición y sostenimiento de los menores. En dicha etapa los objetivos principales: relación de pareja, propia familia y productividad laboral, tienen que ser llevadas a cabo por el mismo cuerpo pero éste se adaptara a cada situación de una manera diferente, porque no es lo mismo el cuerpo en pareja que el cuerpo en trabajo; este cuerpo de la mediana edad comienza a ser sobrecargado a causa de estos objetivos, asimismo, a pesar de que pretendemos empezar a no sobrecargar nuestro cuerpo; es justamente lo que no podemos hacer, debido a este carácter multifacético de la etapa. Estos objetivos deben cumplirse de a poco ya que al no hacerlo la persona se sentirá empobrecida, calificara su vida de monótona y vacía, solo sentirá que el tiempo pasa y envejece día tras día; esto ocurre debido a que la libido no es depositada en los objetivos, ni en el cumplido de estos, entonces esta libido inviste el cuerpo y solo se estará atento de el cuerpo y como repercute el paso del tiempo, alertas a esta metamorfosis de la mediana edad.
Piel - Yo
Desde el cuerpo se sostiene nuestra psiquis, es el órgano mas amplio que recubre, en el plano de lo real, toda la producción simbólica del sujeto. El psicoanalista francés Didier Anzieu desarrolló la teoría del yo-piel sobre la fundamentación de dos principios,
toda función psíquica se desarrolla apoyándose en una función corporal cuyo funcionamiento transpone al plano mental.
y el otro es Jacksoniano
...a lo largo de su evolución, el desarrollo del sistema nervioso presenta una particularidad que no se encuentra en los otros sistemas orgánicos; a saber, que el órgano más reciente y más cercano de la superficie—el córtex—, tiende a tomar la dirección del sistema cuando integra los otros subsistemas neurológicos. Esto sucede también con el Yo consciente, que dentro del aparato psíquico tiende a ocupar la superficie en contacto con el mundo exterior y a controlar el funcionamiento de este aparato. Igualmente se sabe que la piel (superficie del cuerpo) y el cerebro (superficie del sistema nervioso) derivan de la misma estructura embrionaria, el ectodermo.
Con este segundo principio damos por sentado que se nos hace imposible escapar de lo real ya que la producción de nuestros pensamientos y la esencia de nuestro subjetivismo tiene como base una materia, entonces no podemos decir nada de lo real pero tampoco podemos huir de él, nos posibilita de existencia material.
Cuando uno llega a esta crisis de la edad mediana, este cuerpo, esta piel que desde lo real esta mas débil, mas arrugado, mas vulnerable, mas pesado, menos flexible, mas viejo, debido al propio envejecimiento de la persona, esto repercute en el cuerpo simbólico e imaginario con significantes de cuerpo viejo, cuerpo impotente, cuerpo de la muerte, cuerpo de la enfermedad, cuerpo de las responsabilidades, cuerpo de las preocupaciones, y a esto hay que sumarle la perdida del cuerpo real, simbólico e imaginario de juventud.
Este cuerpo real de mediana edad nos crea una imagen, no es mas que una imagen nuestra, con la cual tratamos de identificarnos, esta identificación con este cuerpo que ya no es el joven sino el adulto modifica al yo, y este comienza a actuar acorde a la imagen devuelta por nosotros mismos. Entonces Anzieu nos dice que el yo funciona como las funciones de la piel, pero también esta piel-cuerpo-no-joven de la mediana edad nos devuelve una imagen no deseada o no esperada y si el sujeto no esta preparado para recibir este nuevo cuerpo, éste va a modificar las funciones del yo. Entonces la piel-cuerpo y su imagen modifica las funciones yoicas empezando por el autoestima.
Una función que equipara Anzieu del yo con la piel es que la capa superficial de la epidermis protege su capa sensible, y el yo actúa también como un freno hacia los estímulos desagradables o a la sobreestimulacion, nos protege. En dicho caso si la imagen de nuestro cuerpo-piel no es compatible con nuestros deseos, este cuerpo piel lo encontramos débil y vulnerable, esta piel-cuerpo se encuentra expuesta a el ambiente externo e interno sin posibilidad de defensa por su "falta de juventud" (piel vulnerable), esto repercute en el yo y se estructura simultánea y semejantemente como un "yo vulnerable", permeable a cualquier estimulo y así a su consecuencia, otra función equiparable es que "la membrana de las células orgánicas protege la individualidad de la célula, distinguiendo los cuerpos extraños... a su vez el Yo-piel asegura una función de individuación del Si-mismo, que le aporta el sentimiento de ser un ser único. La angustia que describe Freud de la "inquietante extrañeza" está unida a una amenaza hacia la individualidad del Sí-mismo por debilitamiento del sentimiento de sus fronteras", claramente la aceptación de nuestro cuerpo de la mediana edad favorece en la diferenciación de nosotros mismos con el respeto a los demás debido a que la aceptación hace a la identificación y así se constituye un yo fuerte que limite su ubicación espacio-temporal posibilitando una interrelación. Un cuerpo catalogado de viejo y débil, sin aceptación de su "propietario" genera un extrañamiento, esto provoca una división, algo ajeno en nosotros mismos, así el yo del sujeto no consigue una unicidad necesaria para nuestro bienestar.
Por último, es necesario que un sujeto que transite esta etapa de la vida, en la cual los límites empiezan a perder su infinidad y el cuerpo empieza a mostrar esa vejez que era detestada en la juventud, ahora vuelve hacia nosotros. Es necesario entonces poder sobrellevar éste camino de alguna forma, en la cual podamos construir un futuro con nuevas metas, cuidados del cuerpo que nos refleje conceptos de salud y bienestar, aceptando así las perdidas para conquistar un nuevo cuerpo diferente pero no por eso inferior. La planificación y el crecimiento profesional, con significantes de "sabiduría" y "experiencia" son los que deben guiar nuestra conducta para mantener el cuerpo y la mente activa. Y poder ir depositando este sobreinterés de nuestra imagen en el crecimiento de nuestros hijos, sus avances, sus logros y nuestra relación de pareja, la cual conlleva una tarea ardua pero gratificante.
Bibliografía:
1. Anzieu, D., yo-piel; ED. Biblioteca Nueva; Madrid. (1974)
2. Freud, S. Volumen XIX - El yo y el ello, y otras obras (1923-1925) (Buenos Aires: Amorrortu)
3. Lacan, J., El seminario Libro 5 (1957-58): Las formaciones del inconsciente, Editorial: Nueva Visión, Bs.As.
4. Erikson, Erik H. Ciclo vital completado, Editorial: Paidos Ediciones, (1997)
5. Lyotard, Jean-François: La condición postmoderna: (1979)
miércoles, 20 de enero de 2010
domingo, 10 de enero de 2010
HelpAge International. Acción global sobre envejecimiento.
Las personas mayores están consistentemente entre las más pobres en todas las sociedades, y su seguridad material es por lo tanto una de las más grandes preocupaciones de la vejez.
Muchos experimentan la misma falta de necesidades físicas, de activos y de ingresos que sienten los otros pobres, pero sin los recursos que los adultos jóvenes, con más capacidad y más actividad, tienen para compensar.
El promedio de pobreza entre las personas mayores está vinculado a los niveles de educación, incluyendo los diferentes niveles de alfabetización. En América Latina, por ejemplo, el porcentaje de alfabetizados de más de 60 años varía del 93 por ciento en Argentina a sólo 39 por ciento en Honduras. Para las mujeres, las cifras de estos países son respectivamente del 91 por ciento y 33 por ciento.
La falta de bienes materiales no es el único problema de la pobreza. Otra consecuencia es la incapacidad de participar efectivamente en la vida económica, social y política. Las personas mayores que viven en la pobreza se ven a sí mismas excluidas socialmente y aisladas de los procesos de toma de decisiones. Esto afecta no sólo su ingreso y su riqueza sino que también contribuye a la pobreza de sus casas, a su mala salud y a su inseguridad personal.
Generalmente, se argumenta que las redes informales de la familia y la comunidad enmuchos países en desarrollo reducen la exclusión social de los adultos mayores. Pero esto siempre ha sido contingente a factores tales como el género y los medios materiales del individual, más que la edad. Más aún, el rápido cambio social y económico ha socavado la capacidad de estas redes informales para proporcionar apoyo.
En muchas sociedades las personas mayores tenían roles de liderazgo tales como la resolución de conflictos y la educación cultural, religiosa y de salud. Aunque estos roles aún existen, han sido erosionados por la cambiante estructura de la familia, la migración, y la aparición de una cultura dominante que da un mayor estatus a la alfabetización y a la educación formal y se ha desviado de las formas comunitarias de autogobierno.
Los esfuerzos por comprender la pobreza han dominado mucho del debate sobre el desarrollo durante los últimos años, pero la pobreza que experimenta la mayoría de las personas mayores en los países en desarrollo ha sido generalmente ignorada. En muchas iniciativas de desarrollo tales como programas de alfabetización o programas de crédito, los directores de programas parecen creer que las personas mayores son incapaces de participar y que no tienen un rol productivo, o que simplemente son recipientes pasivos de apoyo.
Qué dicen los adultos mayores
"Antes yo era como un objeto descartado. Ahora después de estar sentada por dos semanas en este taller junto con funcionarios de gobierno y personas respetables, me estoy levantando." Mujer-mayor-Etiopía.
"Ellos sólo hablan a los jóvenes sobre proyectos (de desarrollo) no a las personas mayores." Anciano de Camboya.
"Me preocupo, pienso mucho porque no tengo dinero y mucho me enfermo. No tengo hijos sólo un nieto adoptado, pero el nieto también es pobre. No sé qué pensar cada día pienso así, pienso asá, como un gato con su cabeza dentro de un coco.".
sábado, 9 de enero de 2010
Permiso a la aceptación
¿Porqué los seres humanos experimentamos tantas dificultades ante el proceso de envejecer? ¿Cómo podremos superar esta rebelión, que en alguna medida parece absurda?, tal vez nos convenzamos con explicarnos, aceptar parece ser la mejor manera de lidiar con este conflicto humano, el del paso del tiempo, el de su sucesión, la eterna aventura del viaje, en vez de pensar en que "no queda otro recurso", ya que esta frase remite a una resignación desesperada y dolorosa.
Frente a esta actitud ¿podemos descubrir una motivación positiva, activa y eficaz? Creo que sí, y creo que además está latente en una necesidad muy profunda, existencial y poderosa que experimentamos todos: la necesidad de estar en armonía consigo mismo.
En el corazón humano existe un deseo de verdad que quizás no se devele abiertamente, pero puja por abrirse, como un destino que no puede ser traicionado.
Cada individuo no tiene más que una verdad, pero cada verdad tiene un sabor a victoria.
Puede ocurrir tal vez que el paso del tiempo, lo realizado no haya sido suficiente y esto nos posicione en un lugar de desesperación? O podríamos pensar como Fechner que el hombre está provisto de una serie de anhelos, apetencias, esperanzas, temores, que no corresponden a la duración de su vida.
Siempre estamos ante el río de Heráclito y fluimos igual que él, estamos siendo siempre otros y el mismo.
Seguiremos siempre ansiosos? o mejor elegiremos otras exploraciones aquellas relacionadas con los otros niveles, a los que no accedimos por la premura de la vida, por lo insaciable que ésta conlleva.
Envejecer podría ser el paso a la aceptación, la llegada de la sabiduría, de esa otra mirada que nos estuvo esperando, cuando éramos tan inocentes como para no darnos cuenta que éramos todos los hombres.
Todo gradualmente, como si una remota fuerza nos guiara, nos indicará el camino, el tiempo ahora sí de demora.