domingo, 15 de febrero de 2009

Al paso de los años. Sigmund Freud


Al finalizar la nota, después de un apretón de manos, le dice Sigmund Freud al periodista George Sylvester Viereck que en el verano de 1926 lo entrevistaba en su casa de verano en Semmering, en los alpes suizos: No me haga parecer un pesimista, yo no tengo desprecio por el mundo.
Tomamos aquí algunas de sus respuestas traducidas del inglés al castellano por Miguel Angel Arce.

S. Freud: Setenta años me enseñaron a aceptar la vida con serena humildad.

Quien habla es el profesor Sigmund Freud, el gran explorador del alma.
...Los pocos años transcurridos entre mi última visita y la actual, multiplicaron las arrugas de su frente. Intensificaron la palidez de sabio. Su rostro estaba tenso, como si sintiese dolor. Su mente estaba alerta, su espíritu firme, su cortesía impecable como siempre, pero un ligero impedimento en su habla me perturbó. Parece que un tumor maligno en el maxilar superior tuvo que ser operado. Desde entonces Freud usa una prótesis, lo cual es una constante irritación para él.

S.Freud: Detesto mi maxilar mecánico, porque la lucha con este aparato me consume mucha energía preciosa. Pero prefiero esto a no tener ningún maxilar. Aún así prefiero la existencia a la extinción. Tal vez los dioses sean gentiles con nosotros, tornándonos la vida más desagradable a medida que envejecemos. Por fin, la muerte nos parece menos intolerable que los fardos que cargamos.

S. Freud: ¿Por qué -dice calmamente- debería yo esperar un tratamiento especial? La vejez con sus arrugas, llega para todos. Yo no me revelo contra el orden universal. Finalmente, después de setenta años, tuve lo bastante para comer. Aprecié muchas cosas -en compañía de mi mujer, mis hijos- el calor del sol. Observé las plantas que crecen en primavera. De vez en cuando tuve una mano amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué más puedo querer?


George S. Viereck: El señor tiene una fama. Su obra prima influye en la literatura de cada país. Los hombres miran la vida y a sí mismos con otros ojos, por causa de este señor. Recientemente, en el septuagésimo aniversario, el mundo se unió para homenajearlo, con excepción de su propia universidad.

S. Freud: Si la universidad de Viena me demostrase reconocimiento, me sentiría incómodo. No hay razón de aceptarme a mí o a mi obra porque tengo setenta años. Yo no atribuyo importancia insensata a los decimales. La fama llega cuando morimos y, francamente, lo que venga después no me interesa. No aspiro a la gloria póstuma. Mi virtud no es la modestia.

S. Freud: estoy más interesado en este capullo de lo que me pueda acontecer después de estar muerto.

George S. Viereck: ¿Le gustaría retornar en alguna forma, ser rescatado del polvo? ¿Usted no tiene, en otras palabras, deseo de inmortalidad?

S. Freud: Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos egoístas detrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo de retornar a la vida; moviéndose en un círculo, sería siempre la misma. Más allá de eso, si el eterno retorno de las cosas, para usar la expresión de Nietzsche, nos dotase nuevamente de nuestra carnalidad y lo que involucra ¿para qué serviría sin memoria? No habría vínculo entre el pasado y el futuro. Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente pasará.Nuestra vida es necesariamente una serie de compromisos, una lucha interminable entre el ego y su ambiente. El deseo de prolongar la vida excesivamente me parece absurdo.


George S.Viereck: Bernard Shaw sustenta que vivimos muy poco. El encuentra que el hombre puede prolongar la vida si así lo desea, llevando su voluntad a actuar sobre las fuerzas de la evolución. El cree que la humanidad puede recuperar la longevidad de los patriarcas.

S. Freud: Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir. Así como el amor o el odio por una persona viven en nuestro pecho al mismo tiempo, así también toda la vida conjuga el deseo de la propia destrucción. Del mismo modo como un pequeño elástico tiende a asumir la forma original, así también toda materia viva, conciente o inconscientemente, busca readquirir la completa, la absoluta inercia de la existencia inorgánica.
El impulso de vida o el impulso de muerte habitan lado a lado dentro nuestro. La muerte es la compañera del Amor. Ellos juntos rigen el mundo. Esto es lo que dice mi libro Más allá del principio del placer. En el comienzo del psicoanálisis se suponía que el Amor tenía toda la importancia. Ahora sabemos que la Muerte es igualmente importante. Biológicamente todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el Nirvana, la cesación de la fiebre llamada vivir. El deseo puede ser encubierto por digresiones, no obstante el objetivo último de la vida es la propia extinción.


No me haga parecer un pesimista- dice Freud-. Yo no tengo desprecio por el mundo.
Expresar desdén por el mundo es apenas otra forma de cortejarlo, de ganar audiencia y aplauso.
¡No,yo no soy un pesimista, en tanto tenga a mis hijos, mi mujer y mis flores¡
No soy infeliz, al menos no más infeliz que los otros.

martes, 10 de febrero de 2009

Elsa y Fred


Eros y Tánatos entablan la batalla crucial en los cuerpos envejecidos, un horizonte social la acentúa a través de los prejuicios, los rituales esclavizantes, los hábitos sinsentido.
El deseo de los adultos mayores queda arrinconado más que nunca, por temor, por verguenza o por la ignorancia de los que los rodean debido a que confunden sexualidad con genitalidad.
Lo que sería importante es tratar de realizar una conceptualización acerca del erotismo, de la sexualidad en los adultos mayores, son muchas las palabras que se asocian a estos conceptos, tanto facilitadoras como obstaculizantes.
Un tema musical de nuestros días dice: Pero el amor es más fuerte, es en esta etapa donde más se patentiza que es necesario ser más fuerte que las represiones, las represalias, la sociedad, la cultura con su malestar, la religión con sus imprecaciones, los mitos y los prejuicios.
Rebeliones intemporales, revoluciones conclusas e inconclusas, develan que el ser humano esta dominado por esta fuerza que está más allá de toda representación.
La teoría psicoanalítica nos enseña que sexualidad no es sólo obtención de placer genital, debido a esto la genitalidad aparecería como uno de sus representantes, pero no el único, de hecho que tengamos el conocimiento de que la sexualidad existe desde el principio hasta el fin de nuestros días, nos remite a la pregunta: qué es lo que pasa con nuestros adultos mayores.
La sociedad pareciera querer imbuirlos a ellos -y a nosotros con respecto a ellos- con la mirada del Eros platónico -sobre el que tanto nos alertó Freud- con la finalidad de disfrazar el deseo, darnos la imagen y hasta concientizarnos de que son seres asexuados, o en el otro extremo, perversos, que no han sabido ajustarse a la honorabilidad que el tiempo cronológico y social marca.
A todas luces esto estalla cuando en el devenir se advierte lo que ya
Freud nos sugería en no hacer concesiones a la pusilanimidad: Se empieza cediendo en las palabras y finalmente se cede en los hechos.
Si la dialéctica del deseo no se interrumpe nunca, nos queda por pensar que tan solo
una cultura represora o una represión interna afianzada por esa cultura, distorsionan el deseo hasta llevarlo a lo que Piera Aulagnier denomina como: sujetos privados del deseo de desear.
Sería oportuno subrayar nuevamente que la disminución o pérdida de las funciones genitales no conllevan a que los sujetos sean denominados asexuados, así como también las últimas investigaciones demuestran la posibilidad de ejercer sexualidad aun en los casos de patología demencial. Flores Colombino.
Tal vez nuestra tarea con los Adultos Mayores vaya por el sentido éste de facilitar su sexualidad, permitir su palabra, a pesar de las limitaciones; ya que la falta de ello no es el resultado de la pérdida de capacidades sino de la ausencia o carencia de redes, encuentros y oportunidades.
Fuimos, entonces, cachorros frágiles cuando empezabamos a merodear el adentrarnos en la mirada, en la caricia, en el acontecer con el otro, en la primera escucha de ese llanto que anunciaba nuestro ser en el mundo.
Y seguimos desde aquel movimiento originario siendo partícipes de las innumerables bifurcaciones posibles producto de los laberintos del deseo, complejidad del ser, que está ahi siempre naciendo y muriendo.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Desafío a la vejez. Gioconda Belli


Cuando yo llegue a vieja
-si es que llego-
y me mire al espejo
y me cuente las arrugas
como una delicada orografía
de distendida piel.
Cuando pueda contar las marcas
que han dejado las lágrimas
y las preocupaciones
y ya mi cuerpo responda despacio
a mis deseos,
cuando vea mi vida envuelta
en venas azules
en profundas ojeras
y suelte mi blanca cabellera
para dormirme temprano
-como corresponde-.
Cuando vengan mis nietos
a sentarse sobre mis rodillas
enmohecidas por el paso de muchos inviernos.
Sé que todavía mi corazón
estará rebelde -tictaqueando
y las dudas y los anchos horizontes
también saludaran
mis mañanas.

viernes, 30 de enero de 2009

El goce de lo errático


Ciertos legados, ciertas personas, especialmente dotados de una riqueza que dejan marca, nos dan la posibilidad de pensar y sentir la diferencia entre el tiempo y la temporalidad.
Algunos seres se caracterizan por sostener un pensamiento que no se paraliza con la lucidez ni se enmudece con respecto a pensarse en su extrema posibilidad; un pensamiento que trabaja afanosamente sobre lo latente hasta incluso adelantarse por los sinuosos caminos del misterio, de las razones científicas más absolutas, o de la fe, cuestiones todas con las que advenimos,como este cuerpo y este ropaje que nos da la vida.
Rebeldes a las marcas del malestar de la cultura que posicionan al sujeto en un lugar más amenazado que deseante, provocan rebeliones conjeturales que imprimen una nueva faz a ese saber inamovible, sacralizado por el sujeto, por su familia o la sociedad en que vive.
Estos seres es cierto que emergen de un contexto, son portavoces que han rozado la perplejidad, quizás por determinadas razones internas o acontecimientos externos hayan buceado hasta lo más profundo, pero es justamente esa superación del caos, lo que ha producido esta novedosa conjunción de ese ser con el mundo.
Y ese pensarse como un no estar en el mundo,paradójicamente, ha cristalizado esa perplejidad, ha facilitado la discriminación, el avance a un nuevo conocimiento, o estructura, bastión de una nueva tarea y faro que previene contra las tempestades, o advierte lo que subyace.
El vivir entonces se convierte en la apuesta a un desafío constante, donde a éste no le queda otra cosa que esto: vivir.
Y estas conjeturas - juntar ideas para arrojarlas en montón, en dirección más bien errática-, conllevan el sentido de realizar esta diferenciación entre el tiempo vivido como algo cronológico de relojes y fechas, de bolsillo o como este otro, que es más parecido a nuestro inconsciente,intemporal, casi como el tiempo cósmico.
Modalidad especial de vivenciar que comienza en los seres que se implican con la vida, con los otros seres y el mundo, donde existen ciertos saberes mas o menos con carácter de absoluto que se van adquiriendo por el camino de las teorías, de las prácticas, pero en el que aparece siempre el cuidarse de cierta comodidad que pueda conllevar la amenaza de un presente y un futuro demasiado estacionario.
Ese alejarse del equilibrio, transitado por una incesante actividad asociada a proyectos, a indagar por caminos que son realmente rebeldes, libertarios, revelados, es lo que les permite la realización y la invención de nuevos sueños.
Hijos cercanos, predilectos de una creatividad imperiosa, rabiosa, casi de genes obsesivos.

Pichón decía: Larga es la vida como largo es el proyecto, aquí hace referencia a otra dimensión que no está ceñida al tiempo cronometrado, tal vez debido a que se haya formulado que el tiempo era El.Que haya pensado el Dasein, el Ser y el Tiempo, y se haya respondido no acerca de qué era el tiempo, sino quién era.
Francoise Dolto por su parte decía:
uno se muere cuando ha terminado de vivir.La carta de los derechos del niño no estaba aún terminada cuando la sorprendió la muerte, tenía 80 años.
Fernando Ulloa, tenía la certeza de que la muerte al ser humano debía atraparlo vivo;
Cómo morir felices
es la pregunta que como contrapunto, formula Albert Camus, en un contexto donde se delimita, en su novela la noción del bien vivir -en el sentido de una calidad de vida-
No quería morir como un enfermo... no quería que la enfermedad fuese lo que suele ser, una atenuación y una especie de transición hacia la muerte. Lo que quería, todavía inconscientemente, era el encuentro de su vida, rebosante de sangre y salud, con la muerte. Y no la simultaneidad de la muerte con lo que ya estaba casi muerto... Esa muerte que él había mirado con el enloquecimiento de un animal; comprendía que tener miedo significaba tener miedo de la vida. El miedo a morir justificaba un apego sin límites a lo que está vivo en el hombre
.
Además, Ulloa, pensaba en un tiempo que corría y daba saltos y era a su vez recorrido por el pensamiento; Un salto mismo en el vacío que configuraba una metáfora y abría el nivel de lo psíquico.
También los griegos pensaban que el tiempo es aquello en lo que se producen acontecimientos.
La vejez no tiene nada que ver con la edad cronológica. Es un estado de espíritu, no estacionario, en constante movilidad y cambio. Es verdad que la mayoría quisiera dejar para después, para lo más tarde posible, la renuncia a lo que fuimos. No decimos, para dentro de 10 años, decimos lo más tarde posible, tiempo no mensurable.
Un anciano jamás se siente un anciano comprendo por otros lo que implica la vejez en aquel que la mira desde afuera, pero yo no siento mi vejez
, Sartre, también nos remite a Lacan, el problema del deseo es algo que el hombre tiene que situar, encontrar, a lo largo de toda su vida, y con gran frecuencia a sus expensas.

viernes, 23 de enero de 2009

Contención vs. Inmunidad artificial


Un escritor de nuestros días, Federico Andahazi dice: La certeza es una herrumbre del cartesianismo. Siempre he sospechado que la palabra escrita está hecha de otra estopa, de una sustancia cuya roca no es la certeza, sino, por el contrario la incertidumbre.
Entonces partamos de la duda, rebelémonos a ser persuadidos por la razón o la fe.
Cuando nos referimos a contención, desde distintas teorías, se suelen conceptualizar determinados pasos a seguir: Empatía -estar en el otro, no sólo con el otro- Identificación, Disociación Instrumental. Dos movimientos, como una especie de danza, de entrar y salir, como un pujar, un partero de ese otro que no me permite repetirme hasta el infinito.
Esto enuncia casi un acto creativo, otras líneas, en esa distancia del yo, no yo, aparece un encuentro, algo nuevo, eso que se da no solo entre lo que el otro espera de mí, lo que yo espero de él, otro sentido generado en ese entre, me aventuraría a decir, en ese espacio se ha producido una hazaña.
Pero esto que aparece como una pequeña certeza, este tesoro, este arsenal -porque es la lucha- de sentimientos y de acciones que desplegamos, puede ser bastardeado cuando aplicamos con innecesaria tosudez la solemnidad de la palabra, la estereotipia, entonces toda esta magia se convierte en desencanto.
Con esto quiero referirme a la tan mentada Distancia Optima, cuidémonos que no se convierta en artificio, el cuerpo suele rebelarse ante éstos, pero así como suele confundirse libertad con individualismo, es importante poner el acento en esto que puede ser un sutil disfraz de indiferencia, o desapego.
La internalización del desapego tan vigente en todas las franjas etarias.
Todo esto para decir que: estamos inmersos, bañados casi ahogados por las intensidades de la tempestad de la Distancia Optima. Ni tan cerca que me quemo, ni tan lejos que me enfrío. ¿Estaremos vencidos?
Debemos nadar junto con el otro, más si encontramos que está hundiéndose, le aplicamos nuestras fórmulas interpretativas, tenemos una especie de temor a llegar a experimentar esas profundidades, a abrirnos para ser atravesados;igualmente, tenemos bastantes seminarios de primeros auxilios repetitivos.
Pareciera como que ser propietarios de tanta intensidad no es nuestro sentido, nuestro sentido es tener la certeza de lo que el otro precisa y darle algo prefijado.

De ahí que surja este intento de reflexionar acerca de lo que denominamos Distancia óptima en el cuidado, un intento de sentir y pensar qué nos ocurre cuando estamos frente a un otro que nos necesita.
Distancia proviene del latín distantia, es un espacio o intervalo de lugar o de tiempo que media entre dos cosas o sucesos; también una diferencia, desemejanza notable entre unas cosas y otras; la Real Academia menciona además desafecto, desvío, alejamiento entre personas.
Pensar la distancia como una elaboración artesanal, que permite el encuentro, el surgimiento de las singularidades, de un vínculo bueno, que esté relacionado con la comunicación y el aprendizaje, no con la estereotipia, o con una especie de lecho de Procusto, como la sumisión a un concepto que está en el imaginario pero alejado de nosotros mismos.
Si no repensamos nuestras prácticas, si no utilizamos esta capacidad del Yo de observarse, incluso hasta en nuestros discursos más progresistas de reivindicaciones podemos caer en la concepción predominante de la psicología asistencialista, controladora y segregante de lo social, económico, político y participativo.


La envoltura transparente


El personal de cuidado en las instituciones geriátricas asume sin solución de continuidad la responsabilidad de atender y cuidar a los adultos mayores; con esto me refiero a los cuerpos tristes, doloridos, o moribundos. Ellos están en permanente contacto con esto.Ocupan el lugar de la contención de las emociones, de las fantasías angustiosas, albergando a quien está amenazado, luchando junto a él, entre la vida y la muerte. El estar enfermo nos remite al más profundo temor, el miedo a morir. Lo más temido y negado por los hombres.
La cuidadora hace por lo general todo aquello que a las demás personas les repugna o les da miedo. Está en cotidiano contacto con lo que a la mayoría le desagrada: los excrementos, la sangre, las heridas, las escaras, los tumores, la decrepitud, el deterioro del cuerpo.
El geriátrico produce un desgaste profundo sobre quienes se instalan dominados por fantasías mesiánicas o salvadoras, lo que Balint tan bien describiera denominando función apostólica.
Este desgaste, este equilibrio inestable, produce en los cuidadores determinados mecanismos de defensa propios de las organizaciones: despersonalización, distancia y negación de los sentimientos, ejecución ritualizada de las tareas, actitud negativa frente al cambio, reducción del peso de la responsabilidad por delegación en superiores.
Desde mi práctica puedo comprobar que lo que pareciera mas díficil de elaborar es esto, a las personas no les cuesta entrar en el otro, les cuesta más salir, esto habla de que a pesar de estos tiempos tan frágiles en lo que respecta al albergamiento de un otro, sigue existiendo en los seres el encuentro, el deseo de abrirse y de permitirse el desafío.
Confieso también que esta proximidad con la intensidad pareciera sacar de quicio a muchos directores de geriátricos, esta implicación excesiva puede trastornar su lógica de mercado; lo que quisiera decir es que cuando el cuerpo está triste necesita algo más que una interpretación más bien necesita de la experimentación con ese otro, y es aquí donde el cuidador utiliza su cuerpo como instrumento, como si éste y sólo éste fuese su dispositivo, su buscador, su motor que genera efectos y crea nuevas posibilidades y expansiones.
Es que en este interjuego donde el dolor es un momento muy largo para el otro, necesitamos junto con lo discursivo una apuesta a humanizar más el sentido, poder entrar en el otro seguramente dara lugar a otra expresión de singularidad.
Un rumbo nuevo, otro trazado, no sé si lo que doy es lo que se espera, es algo distinto, innovador, algo más que lo prefijado.
Así como estoy tratando de comunicar la importancia de no disipar lo que se siente, querria también manifestar que sería loable ser conciente de estos procesos, estoy tratando de decir que el sujeto necesita en su cuidado ser respetado no colonizado ni intelectual ni afectivamente.Percatarnos también de esto, en un sistema caracterizado por las asimetrías y arbitrariedades, es común que lo asistencial puede enmascarar o encubrir una relación de dominador-dominado,en esa dialéctica amo -esclavo es mejor ser controlado por otro que por uno mismo, es mejor ser oprimido, explotado, perseguido, manipulado por otro que por uno mismo.

Contención estaría relacionado con la construcción de espacios de cuidado para mejorar la atención de nuestros adultos, así como el cuidado de los cuidadores, que no están tan preocupados por su propia distancia sino por ciertas lógicas institucionales que los rigidizan y cristalizan en conductas que son como certezas o virtudes de piedra.
Sin alcanzar todas las tecnologías del niño-burbuja, ya vivimos en esta burbuja, en la envoltura transparente que rodea algunos personajes del Bosco, envoltura transparente en la que nos refugiamos, a la vez desvalidos y superprotegidos, condenados a la inmunidad artificial y a la transfusión perpetua y condenados a morir al menor contacto con el mundo.




jueves, 22 de enero de 2009

T.S.Eliot

Gerontion

Tú no tienes ni juventud ni vejez
Sino como si fuera una siesta después de comer
Soñando con ambas cosas.

Aquí estoy yo, un viejo en un mes seco,
con un niño que me lea, esperando la lluvia.
Ni estuve en las Puertas Calientes
ni combatí en la cálida lluvia
ni me metí hasta la rodilla en el pantano salobre, blandiendo un machete,
picado de moscas, combatido.
Mi casa es una casa echada a perder,
y el judío de encuclilla en el alféizar de la ventana, el propietario,
engendrado en algún cafetucho de Amberes,
lleno de ampollas en Bruselas, remedado y pelado en Londres.
El macho cabrío tose por la noche en el campo de arriba:
piedras, musgo, pan-de-cuco, hierro, mierdas.
La mujer guarda la cocina, hace té,
estornuda al anochecer, hurgando en el reclutante sumidero. Yo soy un viejo,
una cabeza opaca entre espacios con viento.
Los signos se toman por prodigios: "¡Queremos ver un signo!"
La palabra dentro de una palabra, incapaz de decir una palabra,
envuelta en pañales de tiniebla. En la adolescencia del año
llegó Cristo el tigre
en el depravado mayo, cornejo y castaño, floreciente árbol de judas,
para ser comido, para ser dividido, para ser bebido
entre cuchicheos; por Mr. Silvero
el de manos acariciadoras, en Limoges,
que dio vueltas toda la noche en el cuarto de al lado;
por Hakagawa, haciendo reverencias entre los Tizianos;
por Madame de Tornquist, en el cuarto oscuro
desplazando las velas; Fräulein von Kulp,
que se volvió en el vestíbulo, una mano en la puerta.
Vacías lanzaderas
tejen el viento. No tengo fantasmas,
un viejo en una casa llena de corrientes
al pie de una loma con mucho viento.
Tras de tal conocimiento, ¿qué perdón? Piensa ahora,
la historia tiene muchos pasadizos astutos, pasillos arreglados,
y salidas; engaña con ambiciones susurrantes,
nos guía por vanidades. Piensa ahora,
ella da cuando nuestra atención está distraída
y lo que da, lo da con tan sutiles confusiones
que la que da hace pasar hambre al que suplica. Da demasiado pronto
en manos débiles, lo que es pensado, se puede prescindir de ello
hasta que el rechazo propaga un miedo. Piensa:
ni miedo ni valentía nos salvan. Vicios antinaturales
son engendrados por nuestro heroísmo. Virtudes
se nos imponen a la fuerza por nuestros vicios desvergonzados.
Esas lágrimas son sacudidas del árbol cargado de ira.

El tigre salta al nuevo año. A nosotros nos devora. Piensa al fin,
no hemos alcanzado una conclusión cuando yo
me quedo rígido en una casa alquilada. Piensa al fin,
no he hecho este espectáculo sin un propósito
y no es por ninguna concitación
de los demonios que tiran hacia atrás.
Llegaría a coincidir contigo sobre esto honradamente.
Yo que estaba cerca de tu corazón fui apartado de él
para perder belleza en terror, terror en averiguación.
He perdido mi pasión: ¿por qué necesitaría conservarla
puesto que lo que se conserva debe ser adulterado?
He perdido mi vista, olfato, oído, gusto y tacto:
¿cómo habría de usarlos para tu contacto más cercano?

Estos, con mil pequeñas deliberaciones
prolongan el beneficio de su congelado delirio,
excitan la membrana, cuando el sentido se ha enfriado,
con salsas picantes, multiplican variedad

en una selva de espejos. ¿Qué hará la araña,
suspender sus operaciones; se retrasará
el gorgojo? De Bailhache, Fresca, Mrs. Cammel, giraban
más allá del circuito de la Osa estremecida
en átomos fracturados. Gaviota contra el viento, en los ventosos estrechos
de Belle Isle, o corriendo al Cabo de Hornos,

Plumas blancas en la nieve, se las lleva el Golfo,
y un viejo empujado por los Alisios
a un rincón soñoliento.
Inquilinos de la casa.
Pensamientos de un cerebro seco en una estación seca.

Versión de José María Valverde

Reflexión


Si como se ha dicho, el sujeto postmoderno se corresponde con un modelo de sujeto cóncavo, dominado por una pasiva perplejidad a causa de sentirse fraguado de elementos caducos para afrontar un mundo en mutación que le sobrepasa, y por eso mismo, más vegetativo que actuante, parecería que es el viejo quien mejor encarna ese encorvado modelo. Se trataría, una vez más, de un protagonismo paradójico por exclusión: por ser quien de un modo más gráfico y palpable -Mi rostro como pastel de bodas arruinado de pronto por la lluvia, decía de sí mismo el viejo Auden- representa ese estigma del envejecimiento colectivo -pastel de bodas de la modernidad arruinado..., y por la lluvia que compone, sin síntesis -ecológica ducha de clases- lo actual diferido y lo global fragmentario...; por ser el viejo quien mejor anatomiza ese sentimiento de demolición respecto a su atomización generalizada.
Desde luego, hay en principio coartadas para que se volatilicen las fronteras categoriales en un mundo que se quiere de viejóvenes. De nuevo por exclusión, contamos con este dictum bien enredador que nos legó Eduardo Ortega y Gasset: Sólo se es joven mientras se comprende el mundo. Y no es por nada que al inicio de su paradigmático poema Gerontion, T.S.Eliot -cuyo universo fragmentario, aséptico, ventrílocuo y zumbón está en la génesis de la cosmovisión posmoderna- recurriera a esa cita de Shakespeare que hoy nos resulta tan familiar: Tu no tienes juventud ni vejez, Sino como si fuera una siesta después de comer, Soñando con ambas cosas.
Esto es, la visión del viejo como metonimia, prótesis o cóagulo representacional del sujeto contemporáneo; poco más que un caso peculiarmente expresivo de adustez con el que hiperbolizar la soledad, el desarraigo y la orfandad de la supervivencia generalizada.