jueves, 22 de enero de 2009

T.S.Eliot

Gerontion

Tú no tienes ni juventud ni vejez
Sino como si fuera una siesta después de comer
Soñando con ambas cosas.

Aquí estoy yo, un viejo en un mes seco,
con un niño que me lea, esperando la lluvia.
Ni estuve en las Puertas Calientes
ni combatí en la cálida lluvia
ni me metí hasta la rodilla en el pantano salobre, blandiendo un machete,
picado de moscas, combatido.
Mi casa es una casa echada a perder,
y el judío de encuclilla en el alféizar de la ventana, el propietario,
engendrado en algún cafetucho de Amberes,
lleno de ampollas en Bruselas, remedado y pelado en Londres.
El macho cabrío tose por la noche en el campo de arriba:
piedras, musgo, pan-de-cuco, hierro, mierdas.
La mujer guarda la cocina, hace té,
estornuda al anochecer, hurgando en el reclutante sumidero. Yo soy un viejo,
una cabeza opaca entre espacios con viento.
Los signos se toman por prodigios: "¡Queremos ver un signo!"
La palabra dentro de una palabra, incapaz de decir una palabra,
envuelta en pañales de tiniebla. En la adolescencia del año
llegó Cristo el tigre
en el depravado mayo, cornejo y castaño, floreciente árbol de judas,
para ser comido, para ser dividido, para ser bebido
entre cuchicheos; por Mr. Silvero
el de manos acariciadoras, en Limoges,
que dio vueltas toda la noche en el cuarto de al lado;
por Hakagawa, haciendo reverencias entre los Tizianos;
por Madame de Tornquist, en el cuarto oscuro
desplazando las velas; Fräulein von Kulp,
que se volvió en el vestíbulo, una mano en la puerta.
Vacías lanzaderas
tejen el viento. No tengo fantasmas,
un viejo en una casa llena de corrientes
al pie de una loma con mucho viento.
Tras de tal conocimiento, ¿qué perdón? Piensa ahora,
la historia tiene muchos pasadizos astutos, pasillos arreglados,
y salidas; engaña con ambiciones susurrantes,
nos guía por vanidades. Piensa ahora,
ella da cuando nuestra atención está distraída
y lo que da, lo da con tan sutiles confusiones
que la que da hace pasar hambre al que suplica. Da demasiado pronto
en manos débiles, lo que es pensado, se puede prescindir de ello
hasta que el rechazo propaga un miedo. Piensa:
ni miedo ni valentía nos salvan. Vicios antinaturales
son engendrados por nuestro heroísmo. Virtudes
se nos imponen a la fuerza por nuestros vicios desvergonzados.
Esas lágrimas son sacudidas del árbol cargado de ira.

El tigre salta al nuevo año. A nosotros nos devora. Piensa al fin,
no hemos alcanzado una conclusión cuando yo
me quedo rígido en una casa alquilada. Piensa al fin,
no he hecho este espectáculo sin un propósito
y no es por ninguna concitación
de los demonios que tiran hacia atrás.
Llegaría a coincidir contigo sobre esto honradamente.
Yo que estaba cerca de tu corazón fui apartado de él
para perder belleza en terror, terror en averiguación.
He perdido mi pasión: ¿por qué necesitaría conservarla
puesto que lo que se conserva debe ser adulterado?
He perdido mi vista, olfato, oído, gusto y tacto:
¿cómo habría de usarlos para tu contacto más cercano?

Estos, con mil pequeñas deliberaciones
prolongan el beneficio de su congelado delirio,
excitan la membrana, cuando el sentido se ha enfriado,
con salsas picantes, multiplican variedad

en una selva de espejos. ¿Qué hará la araña,
suspender sus operaciones; se retrasará
el gorgojo? De Bailhache, Fresca, Mrs. Cammel, giraban
más allá del circuito de la Osa estremecida
en átomos fracturados. Gaviota contra el viento, en los ventosos estrechos
de Belle Isle, o corriendo al Cabo de Hornos,

Plumas blancas en la nieve, se las lleva el Golfo,
y un viejo empujado por los Alisios
a un rincón soñoliento.
Inquilinos de la casa.
Pensamientos de un cerebro seco en una estación seca.

Versión de José María Valverde

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