sábado, 4 de abril de 2009

La palabra engendra


Erich Fromm en la Condición Humana formulaba la pregunta acerca de que alternativa había entre la guerra y el robotismo, citaba a Emerson Las cosas tienen las riendas y manejan a la sociedad, en tal sentido para revertir tal situación postulaba que el hombre debía superar la enajenación que lo convertía en un impotente e irracional adorador de ídolos. Tal vez estaba enseñándonos que los autómatas no aman, que los hombres enajenados no se preocupan.
Los hombres son, cada vez más autómatas que fabrican máquinas que actúan como hombres y producen hombres que funcionan como máquinas, su razón se deteriora a la vez que crece su inteligencia, dando así lugar a la peligrosa situación de proporcionar al hombre la fuerza material más poderosa sin la sabiduría para emplearla.
¿Qué fuerza amorosa lo llevaba a engendrar estas palabras?
Un artículo reciente nos informa acerca de la fabricación de un robot, Saya, resultado de 15 años de investigaciones llevadas a cabo por Hiroshi Kobayasi, profesor en ciencias de la universidad de Tokio. El mismo se ocupará de tareas docentes, y también no se descuenta de que pueda servir de compañía para un adulto mayor.
La sustitución de mano de obra por estos humanoides se encuentra estimulada por el propio gobierno; esto tampoco es novedoso, la aspiración según declaran es que en el 2015, haya un robot en cada hogar. Aquí no señalamos los aspectos que también son amenazantes con respecto a la sustitución de mano de obra, en un mundo en el que se ha globalizado la carencia del pleno empleo, si bien, argumentan que lo hacen justamente debido a que dentro de site años, uno de cada cuatro tendrá más de 65 años.
Lo llamativo es pensar cómo se puede llegar a concebir que un ser humano pueda vincularse con una máquina que a lo sumo el eficiente desarrollo puede hacerla expresar sorpresa o disgusto, hasta incluso enojo.
Podríamos comenzar a pensar que es aquí donde se está originando el punto más alto de la Teoría del Desapego que postula que a medida que las personas envejecen se va generando un sistemático apartamiento de toda clase de interacción social, qué vigente resultan las teorías e ideas de tantos visionarios como Bleger que han planteado ya no saber como individuos aislados se vuelven sociales sino cómo de integrantes de una cultura,por lo tanto, de ser eminentemente sociales llegan a producirse o a resultar hombres aislados.
Estamos lejos de Japón, aquí afortunadamente tenemos personas que cuidan personas, programas que insisten en cuidar a los que cuidan, en cuidar a los que enseñan;a nadie se le ocurriría ese grado de sofisticación, de locura, a pesar de que esté todo por hacer, de que haya tanto para perfeccionar, modificar y construir.
Podríamos decir que gozamos de una fabulosa artesanía,que nuestro sentido forja una extraña raza de hombres que va con su joven mezcla de pasión y sabiduría.

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