jueves, 8 de enero de 2009

Transformaciones psíquicas en el proceso de envejecer


En un fragmento de la deliciosa novela El Amante Marguerite Duras dice:
" Un día, ya entrada en años, en el vestíbulo de un edificio público, un hombre se me acercó. Se dio a conocer y me dijo. La conozco desde siempre. Todo el mundo dice que de joven era usted hermosa, me he acercado para decirle que en mi opinión la considero más hermosa ahora que en su juventud. Su rostro de muchacha me gustaba mucho menos que el de ahora, devastado.
Como tomaríamos esto si alguien se nos acercara a decirnos tal cosa, tal vez podríamos responder, la experiencia es mutación, o decir como mi abuelo, bueno cada uno tiene la cara que se merece... o pensaríamos en Sartre... el infierno son los otros.
Lo que si podemos visualizar es que el aparato psíquico afronta con placer y displacer el transcurrir por este proceso.
Desde el propio cuerpo, desde el mundo exterior, desde los otros.
Aceptar estas transformaciones sería poder asumir una nueva y compleja posición en la vida, atravesada por la historia singular, biológica -porque este proceso de envejecer es asincrónico, mientras algunas estructuras declinan otras se transforman- un sentido diferente, dando lugar a adquisiciones nuevas o nuevas significaciones.
....Entre los dieciocho y veinticinco años mi rostro emprendió un camino imprevisto, ese envejecimiento fue brutal. Vi cómo se apoderaba de mis rasgos uno a uno... He conservado aquel rostro nuevo. Ha sido mi rostro. Ha envejecido más por supuesto, pero relativamente menos de lo que hubiera debido. Tengo un rostro lacerado por arrugas secas, la piel resquebrajada. No se ha deshecho... ha conservado los mismos contornos pero la materia está destruida. Tengo un rostro destruido... "
Como vemos una visión, la visión de un rostro. La pregunta es ¿esta patentización es producto del tiempo?, o es algo más, o ¿tiene nuestro psiquismo capacidad de reestructur y posibilitar cambios con respecto a las transformaciones físicas que se producen en el lógico devenir?
Envejecer es destino, dirá Simone de Beauvoir, el tema es ¿cómo lo hacemos?
¿Qué estructuras están comprometidas? ¿Cómo enfrenta y resuelve el sujeto estas pérdidas? ¿Qué elaboraciones son posibles?
No hay pensamiento estable, no hay nada inmortal, la mínima eventualidad sopla la emoción del recorrido: la vida está abierta a una vertiginosa pequeñez.

2 comentarios:

Amali dijo...
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Anónimo dijo...
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