lunes, 12 de enero de 2009

La cultura del olvido


El viejo no posee ya aquella superioridad sobre la juventud porque sus conocimientos acumulados ya están caducos...
Esto reza en el epígrafe de una foto que muestra a un adulto mayor con cara de azorado frente a la pantalla de una computadora.
Mitos actuales, el adulto mayor de hecho colma los centros de formación que auspician ofertas educativas de neto corte tecnológico, estamos atravesados por el mito de la capacitación continua y esto también les ha llegado a ellos.
En las franjas más jóvenes se oferta también la ilusión de un pronto y lacrimoso empleo, a ellos puede convenirles para abrir otros canales de comunicación, por ej. chatear con sus hijos o nietos que están en el extranjero.
Igualmente no deja de conmovernos este epígrafe... aunque si bien ahora se hace más patente que nunca, que esta sociedad propicia el olvido, la alzheimerización acelerada, junto con estos términos culturales en los que nos movemos, relacionados con la competencia, con ver al otro como un rival o futuro adversario más que como un colaborador.
En esto también se enmarca que el adulto competiría con los más jóvenes,pamplinas, figuraciones dice un poeta español, lo que necesitaríamos saber es cómo ellos fueron resolviendo las distintas crisis individuales e históricas que les tocó vivir, para no caer en tortuosas repeticiones, para no ser eternos Sísifos.
En verdad pareciera que los hábitos han cambiado ya no tienen ese poder organizativo nos quedan algunos pero también persiste esta sensación de que todo el tiempo corremos como el relojero de Alicia en el país de las maravillas, y es que esta organización producto de la globalización hace que los viejos insistan en aferrarse más a sus lealtades, tal vez sientan que todo pasado fue mejor, y a esta altura de los ideales, no podría tildarseles de regresivos o meláncolicos, en alguna medida cuando hacen un relato victorioso del pasado están mostrando como esa subjetividad no quiere ser tan porosa como la de estos tiempos.
El tiempo corre, nosotros corremos, como perdiendo cierta capacidad de demora, típico también de la conducta del sujeto de esta sociedad consumista, aunque debería recalcarse que el consumo en realidad es para muy pocos, en un mundo habitado por infinidad de pobres casi resulta obscena la palabra, aunque también podría objetarse que hay de diferentes tipos relacionados con la clase social a la que se pertenece.
Será por estas razones que se ha denominado a esta franja etaria, clase pasiva; aunque ya no veo tanta clase activa si estamos hablando de niveles de empleo, clase activa tal vez sea toda aquella que no se resigna a estar a merced de los acontecimientos.
Y otra de las razones será por lo arbitrario de lo que los españoles bien han denominado el garrote, la jubilación, bueno no es novedoso decir que a los adultos mayores lo que mas les sobra es el tiempo, de ahí que esten a contrapelo de estas nuevas modalidades de vivir que requieren de satisfacciones de tipo instantáneo.
Zygmunt Bauman dice la cultura de la sociedad de consumo no es de aprendizaje sino principalmente de olvido.

Entonces la vinculación entre procesos sociales y subjetividad es compleja, pero esta nueva subjetividad se ha encarnado en muchos como efecto de una ley de mercado que opera a nivel fundante regulando el intercambio entre los seres humanos y donde la competitividad se instala como máximo valor social.
Ideales hegemónicos, identificatorios para muchos en un intento de exaltación desesperada por la salvación.
Amurallarse detrás de objetos prontamente descartables, olvidando que cuando un sector de la sociedad está amenazado, lo estamos todos.
Bauman dice en la existencia del consumidor viajar con esperanzas es mucho más placentero que arribar. La llegada tiene ese olor mohoso del final del camino, ese sabor amargo de la monotonía y el estancamiento que acabaría con todo aquello que el consumidor -el consumidor ideal- aprecia y considera el sentido mismo de la vida.
Para gozar de los mejor que este mundo es capaz de ofrecer se pueden hacer muchas cosas menos una: exclamar como el Fausto de Goethe :¡Momento que pasas, detente eres tan bello¡
El consumista es un viajero que no puede dejar de serlo.
Igualmente querría precisar cierta diferencia: viajar, viajamos todos, la cuestión es cómo realizamos ese viaje, si nos damos la posibilidad de detenernos en determinados paisajes, vivencias, recorridos, que nos modifican, nos cambian e interpelan o si solo pasamos como simples turistas, sacando el alma a los lugares con el flash de una fotografía.

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