sábado, 15 de noviembre de 2008

Conservar las pasiones alegres


Para que la vejez no sea una parodia ridícula de nuestra existencia anterior no hay más que una solución, y es seguir persiguiendo fines que den sentido a nuestra vida: dedicación a individuos, colectividades, causas, trabajo social o político, intelectual, creador. Contrariamente a lo que aconsejan los moralistas, lo deseable es conservar a una edad avanzada pasiones lo bastante fuertes como para que nos eviten volvernos sobre nosotros mismos. La vida conserva valor mientras se acuerda valor a la de los otros a través del amor, la amistad, la indignación, la compasión. Entonces, sigue habiendo razones de obrar o de hablar. Muchas veces se aconseja a las gentes que -se preparen- para la vejez. Pero sí sólo se trata de economizar dinero, elegir el lugar donde se va a vivir después de la jubilación, prepararse hobbies, llegado el momento no se habrá adelantado nada. Vale más no pensar demasiado en ella pero vivir una vida de hombre lo bastante comprometida, lo bastante justificada como para seguir apegado incluso cuando se han perdido todas las ilusiones y se ha enfriado el ardor vital.

En este párrafo Simone de Beauvoir se refiere a esta potencia que está en todo humano, así como más adelante menciona también como esto es sólo concedido a un puñado de privilegiados esto nos lleva a preguntarnos cuánta fuerza yoica se debe tener en esta etapa para seguir conservando estas pasiones alegres que nos siguen ligando al futuro, cuánta fuerza entonces para contrarrestar lo que naturaliza a la vejez como enfermedad, improductividad, desgano.
De ser así, cuestionar el discurso que ese entramado social genera.

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